Melvin Matthews 
Con una diferencia ajustada de apenas 41,438 votos, 0.3 décimas, Pedro Pablo Kuczynski, un laureado economista de centro derecha que laboró para el Banco Mundial, ha sido decretado ganador de la elección presidencial de Perú, superando a la favorita de las encuestas, Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, el expresidente que cumple sentencia de 25 años de cárcel por corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Postulado por una fuerza emergente –“Peruanos por el Kambio”- Kuczynski, de 77 años, obtuvo 8,580,474 votos emitidos y la Fujimori, candidata de la Fuerza Popular, recibió 8,539,036 sufragios, según el boletín final de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), la homóloga peruana de nuestra JCE.
Al momento de escribir esta columna –viernes en la mañana- Fujimori aun no había reconocido la victoria de Kuczynski, mientras algunos vociferaban denuncias de fraude, pero sin consecuencias mayores. Faltaba el examen de 173 actas impugnadas, pero el cotejo no alteraría la ventaja del economista.
Aquí, hace tres semanas, el presidente Danilo Medina fue reelecto estableciendo una marca histórica al obtener el 61.74 por ciento de los votos emitidos, superando a su competidor cercano, Luis Abinader, del PRM, con más del 50 por ciento. ¿Se imaginan, queridos lectores, la traumática experiencia que estaríamos viviendo si la diferencia entre Medina y Abinader hubiese sido precaria, similar a la registrada en Perú? El fantasma de la guerra civil estaría rondándonos.
A pesar del hito alcanzado, seis opositores encabezados por Abinader, que no llegaron juntos al 35%, se niegan a reconocer los resultados con protestas y huelga de hambre incluidas; en lugar de prepararse para las impostergables reformas políticas que se avecinan. Craso error.
“Trabajemos por y para la patria que es trabajar para nosotros mimos”. (Juan Pablo Duarte).
