ADVERTENCIA: El presente articulo no pretende cubrir todos los ángulos y facetas del proceso de los sondeos o encuestas. Solo aspiro a esclarecer algunos aspectos fundamentales de estos instrumentos de manipulación de la intención del voto de la población dominicana.
I-PREAMBULO:
Investigaciones recientes han demostrado que las encuestas políticas se han mantenido, DENTRO DE LO CREIBLE, tan precisas como siempre.
Esto asi, en términos de sus márgenes de error y en su sustento estadístico y matemático, durante el proceso preelectoral.
Sin embargo, las encuestas generalmente se juzgan públicamente sobre si anuncian el resultado correctamente, aunque no asi el esperado por muchos.
Lo anterior, tiene consecuencias particulares sobre cómo y cuándo los líderes políticos toman decisiones sobre las elecciones por lo que es importante que entendamos correctamente las encuestas y sus limitaciones.
Como es de conocimiento a los estadígrafos y profesionales de la realización de encuestas, las mismas dependen de Algorithmos y percepciones preconcebidas para la elaboración de la Muestra del Universo Encuestable, MUE.
A menudo leemos que hay un margen de error estadístico de más o menos de un 2 o 3 por ciento en una encuesta. Pero, lo que rara vez se nos recuerda, es que este error sólo se aplica al voto de cada conglomerado político o actor participante en los torneos electorales.
Entonces, si una encuesta muestra que un partido tiene un 40% y otro un 34%, esto podría significar que la situación real es un 43% para el primero y un 31% para el segundo: una ventaja de 12 puntos. Esto podría significar que ambos están empatados están en 37%.
De ahí que, la precisión estadística no es lo que buscan los políticos y otros consumidores de encuestas de opinión, como los medios de comunicación y los activistas de la partidocracia local.
Estos sólo desean saber quién es probable que gane las elecciones, sin importar la precisión de los modelos estadísticos usados. En otras palabras, quien es el candidato que pueda reunir las mejores “condiciones” para solventar su campaña y retorno al poder.
NOTA: Pero se pone peor. El margen de error del 3 por ciento (ilustrado en el párrafo anterior), es lo más preciso que puede ser una encuesta de este tipo. Si hay errores en la metodología de votación, como muestras no representativas, el margen de error será correspondientemente mayor.
En resumen: Podemos afirmar que las encuestas de opinión no son totalmente exactas y podrían influir, sesgadamente, la opinión pública a través de los medios de comunicación.
II-Dinámica y desarrollo de las encuestas:
Si se realizara una encuesta de opinión pública sobre las encuestas, lo más probable es que la mayoría ofrezca opiniones bastante desfavorables sobre los encuestadores y los usos que se da a su trabajo. Muchos encuestados potenciales podrían simplemente colgar sus teléfonos.
Sin embargo, si nos preguntáramos si los políticos, los líderes empresariales y los periodistas deberían prestar atención a las voces de la gente, casi todos dirían que sí.
Podríamos también preguntarnos si las encuestas son, al menos, una herramienta a través de la cual se pueden discernir los deseos de la gente, una mayoría reticente probablemente también diría que sí.
NOTA: Las incongruencias siempre asoman antes de las encuestas de opinión pública en sus orígenes y desarrollo.
Personas de todo tipo, tanto activistas como ciudadanos comunes, citan regularmente las encuestas, especialmente aquellas que los apuntalan como mayoría.
Pero la gente es profundamente escéptica con respecto a las encuestas, especialmente cuando la opinión se mueve en la dirección “incorrecta”.
Además, también surgen dudas son sobre los métodos de los encuestadores:
a)- ¿Hacen las preguntas correctas?
b)- ¿Están manipulando la redacción de las preguntas para obtener las respuestas que quieren?
c)- ¿Y a quién entrevistaron?
Algunas de las dudas, están envueltas en la desconfianza hacia los partidos políticos, los patrocinadores y los gigantes de los medios que pagan las encuestas. Veamos:
1-A veces, los encuestados ofrecen opiniones sobre temas sobre los que no han pensado mucho y no les importan en absoluto.
2-A veces, las personas responden a las preguntas de los encuestadores solo por cortesía, porque creen que probablemente deberían tener una opinión.
3-Lo anterior, les da a los encuestadores mucho espacio para «fabricar» opiniones, especialmente en temas de interés limitado en lugar de amplio.
4-Incluso cuando las personas tienen puntos de vista sólidos, una sola pregunta de encuesta rara vez capta bien esos puntos de vista. Los seres humanos son complicados y sus opiniones también.
5-Los enemigos de las encuestas podrían citar las dudas del público para “probar” que el público está en contra de las encuestas.
6-Los amigos de las encuestas podrían notar que el público, aunque sea a regañadientes, está de acuerdo en que las encuestas son una herramienta para medir la opinión pública y que los líderes deben consultar la opinión pública.
7-De este modo, podrían “probar” que el público acepta las encuestas. Ambas formas de ver los hallazgos usarían la realidad para distorsionar la realidad.
8-Además, preguntar a la gente, con regularidad, por sus propios pensamientos nos parece útil y un podría ser un freno a las afirmaciones de los que están en el poder.
9-Cuando los grupos de interés encargan a los encuestadores que hagan preguntas capciosas para recopilar pruebas «científicas» de que el público está de acuerdo con cualquier demanda que le hagan al gobierno, degradan las encuestas y engañan al público.
10-Cuando los analistas, a veces inocentemente, usan las cifras de las encuestas como una guía definitiva de la opinión pública, incluso en temas en los que la mayoría de la gente ha pensado poco, están escribiendo ficción más que citando hechos.
11- Cuando los consultores políticos utilizan la información recopilada, a través de encuestas y grupos focales, para camuflar las políticas controvertidas de sus clientes, con una retórica tranquilizadora, cargada de símbolos y engañosa, frustran la deliberación democrática y participativa.
12-De ahí que, en muchos temas, el público no tiene puntos de vista completamente formados y sin ambigüedades. Eso no significa que haya algo malo con el público. En una democracia, los ciudadanos suelen estar más preocupados por algunos asuntos que por otros, y la mayoría de los ciudadanos no se involucran continuamente en los asuntos públicos.
13-Ciertas preguntas oscuras de política pública, aunque importantes, nunca atraerán a un público masivo. Las encuestas que no se ocupan de estos hechos básicos de la vida democrática están produciendo algo más que información real: Están vendiendo ilusiones.
14-Las encuestas rápidas y económicas y los grupos de enfoque pueden ser útiles, por ejemplo, para los especialistas en marketing y los administradores de campañas que necesiten información rápidamente y conocen sus límites.
15-Pero a menudo es difícil para el público e incluso para los profesionales, estar seguros de la calidad de los datos que ven, y mucho menos si las conclusiones generales de dichos datos están siquiera justificadas. Las tasas de respuesta decrecientes, las tecnologías emergentes y la votación anticipada plantean aún más obstáculos incluso para los encuestadores más responsables. La única opción, en tiempo real seria aquella obtenida al pie de las urnas, después del proceso de votación.
III-Consideraciones finales:
La opinión pública es una mercancía ilusoria. Los intentos de medirla necesariamente revelarán inconsistencias y cambios.
Estos problemas surgen, no porque el público no esté lo suficientemente educado, informado o motivado, se debe a que la ambivalencia es simplemente un hecho inmutable de la vida.
Como consecuencia, los ciudadanos utilizan atajos de información cuando toman decisiones en la arena política, y la información nueva y personal desplaza a la antigua e impersonal.
Dado a que el público carece de preferencias fijas en muchos temas, los actores políticos tienen amplios incentivos para proporcionar esos atajos de manera que puedan ampliar el apoyo para ellos mismos y las políticas que defienden. De ahí que, las encuestas también tienen un componente emocional que puede dar al traste a las aspiraciones e intenciones de una partidocracia clientelar, parasitaria e inoperante.
Las relaciones entre ciudadanos y líderes, entre opinión pública y gobernabilidad democrática, son complejas. Muchos temen que los políticos contemporáneos, con demasiada frecuencia, pongan sus pretensiones al viento de la opinión pública, al decidir qué políticas promover. Sin embargo, la misma fragilidad y ambigüedad de la opinión pública hace que el uso de las encuestas sea problemático como guía directa y dominante para formular políticas públicas.
Pero complacer a la opinión pública y liderar la opinión pública resulta insuficiente a la hora de interpretar las formas en que interactúan los líderes políticos y los ciudadanos.
Los políticos pueden ser sensibles a los valores públicos subyacentes mientras se apoyan en las preferencias públicas actuales manifestada por el laborantismo político.
Los políticos y los líderes de los grupos de interés también pueden moldear y manipular la opinión pública para generar un amplio apoyo nominal para las políticas que sirven principalmente a los intereses de sus principales partidarios.
NOTA: Esta dinámica natural de la política ha aumentado dramáticamente, en la era de la campaña permanente, la artificialidad y la falta de sinceridad de gran parte del discurso político partidista.
Finalmente, el sondeo es una herramienta, no un principio. Sin embargo, hay que reconocer lo importante que se ha vuelto en nuestra democracia; debemos hacer hincapié en la regla de «confiar pero verificar». Esta máxima lapidaria nos obliga a recordar la gran diferencia entre la idea de que el pueblo debe gobernar y el uso de las encuestas para determinar la política pública o, la manipulación de la voluntad del pueblo soberano e irredento.