Mi problema con el libro es el determinismo y la simplificación para definir un ADN dramático y condenatorio.
Al igual que la de cualquiera otra sociedad humana, la identidad dominicana se perfila a partir de dos movimientos coincidentes: primero, la distinción -pero sin separación de las características culturales particulares decantadas históricamente en el seno de cada uno de sus modelos de organización social; y segundo, la unión -pero sin confusión- de esos mismos elementos en tanto que reunidos o combinados a causa del dominio temporal de uno de los genes culturales sobre los restantes.
Así concebida, ella es fruto del cruce e intercambios de las propiedades culturales que respectivamente dominaron uno u otro de los modelos de ordenamiento social que compusieron el fragmentado territorio dominicano hasta bien entrado el siglo XX. Fernando Ferrán
Con esta entrega finalizamos el análisis del libro del amigo y compañero Fernando Ferrán, “Los herederos. El ADN cultural de los dominicanos”. Sostiene que a finales del siglo XX se produce una transformación del código cultural dominicano, pero prevalecen sus principales características, tanto así que vuelve a reiterar en la V parte denominada como “Singularidad cultural de la sociedad dominicana”, los elementos tradicionales como prevalecientes, aunque disfrazados de modernidad. “En ese proceso de transformación y su resultado actual lo que paso a exponer en función de una técnica de contraposición o contrapunteo que simula el cruce de los rasgos culturales tradicionales de distinta procedencia social. Dependiendo de una perspectiva eminentemente antropológica, el punto focal de la exposición es la población llana y por eso parto inductivamente de ella hacia arriba y no deductivamente desde las cimas del poder y de la notabilidad social de algunos pocos hasta las simas y mazmorras del anonimato y volubilidad popular.”[i] Acto seguido comienza a definir, nueva vez, los rasgos tradicionales como el de los hateros, los madereros, el factor campesino, el talante azucarero, el perfil burócrata, y su favorito el “gen” de los tabacaleros.
Después de una larga y reiterada explicación de estos rasgos tradicionales de la sociedad dominicana que se inició en su concepción en febrero de 1844, pasa a presentar las transformaciones para el siglo XXI. A su juicio el ADN cultural de estos tiempos está “compuesto por cuatro genes culturales que son, afirma, inconfundibles, indisolubles e irreductibles, a saber:
1. El Meme atávico que replica el sentimiento cultural del pasado dominicano como el de una existencia entrecogida gracias al esfuerzo de reproducción social, que ha sido tejido por “el desamparo individual, la desprotección institucional y la infravaloración del conglomerado social, (…) como la piedra de Sísifo, como la rémora ancestral de su propia condición e individualidad. En efecto, la sociedad dominicana contemporánea, en tanto que heredera del pasado, padece un claro ejemplo de atavismo, rezago o lastre existencial.” [ii]
2. Meme contraproducente, es el que corrobora, dice el autor, con un patrón de comportamiento en el que se avanza y retrocede al mismo tiempo, sin más principio que el de adecuarse a las circunstancias.
3. Meme paradojal, que replica la realidad de la sociedad dominicana como históricamente incongruente. “En otras palabras, dice el autor, en el transcurso de la historia patria ha configurado un mundo de condiciones objetivas donde lo real resulta ser paradójico y, en ese estado de cosas presumidos actores principales y sus adláteres remiendan los eventos de toda la sociedad en la que se procura y lucha por una cosa, pero a cambio resulta y se obtiene lo contrario.”[iii]
4. Meme escéptico revela al mismo tiempo la visión y el estado de ánimo del dominicano. “Y los evidencia en tanto que consciente de su carácter luchador y audaz, pero sin por ello dejar de verse de manera concomitante privada de justificación teórica y de sentido de pertinencia teórica y de sentido de pertenencia histórica y social.”[iv]
Así pues, a pesar de los dominicanos vivimos las primeras dos décadas del siglo XXI, los rasgos tradicionales nos atan y obligan a caminar con un pesado fardo, según nos habla Ferrán. La parte Vi habla del destino dominicano, no ya de nuestro ADN.
Reconoce Ferrán que el gen del tabaquero está desaparecido, permanece como un “volcán dormido”. Entonces, ¿cuál es nuestro destino? ¿nuestro futuro? Existen los dilemas en el presente y tareas para el futuro. ¿Cómo luchar por el bien común con una sociedad con un lastre tan pesado?
Finaliza su obra diciendo que la generación actual, los herederos de ese ADN tan fatídico nuestro, tienen la tarea de emprender acciones para cambiar esa herencia cultural. Sueña Ferrán que para el 2050 alcancemos ese futuro promisorio. ¿Será posible?
Imposible es ofrecer todos los detalles del libro, pues en tres mil palabras es difícil sintetizar y analizar una obra de 300 páginas. Invito a su lectura, pues, aunque la considere determinista y pesimista, aunque con un epílogo más esperanzador y soñador, presenta reflexiones muy interesantes.
Necesario es reconocer que sus conclusiones e ideas están amparadas de una gran revisión bibliográfica no solo teórica, sino también empírica. Mi problema con el libro es el determinismo y la simplificación para definir un ADN dramático y condenatorio.
Aprecio el esfuerzo de sistematización y reflexión valiente de Fernando Ferrán, quien las ha plasmado en una obra que sin dudas va a traer polémicas, comentarios, críticas, apoyos y enfrentamientos.
[i] Fernando Ferrán, “Los herederos. El ADN cultural dominicano”, Santo Domingo, Editora Banco Central, 2019, pp. 125-126.
[ii] Ibidem, p. 166.
[iii] Ibidem, p. 203.
[iv] Ibidem, p. 2