La narrativa de hechos pretéritos acontecidos en el devenir social de los pueblos se engloba bajo el término de historia. Cuando dichas acciones son de naturaleza violenta y enfrentan a grupos humanos hablamos de guerras. El diccionario de la Real Academia Española habla de una lucha o enfrentamiento armado entre países o grupos de personas. En el pasado siglo XX se registraron dos conflictos bélicos de carácter global que tuvieron como escenario principal al viejo continente europeo. Derramamientos de sangre regionales en la segunda mitad del siglo XX, con mucha cobertura de prensa ocurrieron en la Península de Corea, Vietnam, Centroamérica, Irak y Afganistán. En la mayoría de estas últimas localidades los Estados Unidos de América han participado directamente a través del envío de armamentos y de su ejército. En cada uno de estos eventos, los daños materiales y la pérdida en vidas humanas son inmensas, sin contar con los decesos colaterales hijos del hambre, los desplazamientos forzosos, el hacinamiento y las enfermedades epidémicas.
La sorpresiva aparición de la epidemia del coronavirus en una provincia de la República de China, y que rápidamente se extendió a otros continentes, fue declarada pandemia por la Organización de la Salud en marzo de 2020. Mucha gente bien intencionada, de noble corazón, pensó ingenuamente, que esta tragedia epidemiológica serviría de pie de amigo, para la formación de un gran ejército sanitario transcontinental. Dicha armada estaría orientada a combatir con éxito la covid-19, ahora convertida en una real amenaza a la salud universal. Como si se tratara de una sombra genocida la enfermedad pasó de Asia a Europa, Continente Americano y demás latitudes del mundo.
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La variante Omicron con las sub-variantes BA 4 y BA 5 aparecen en el momento que se crece la contienda armada en la Europa Oriental entre la Federación Rusa y su vecina Ucrania, esta última apoyada por Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Europea. ¿En qué beneficia al mundo esta guerra? ¿Cuál será el balance final de esta lucha fratricida entre dos Estados que hace apenas unas tres décadas eran miembros de la otrora poderosa Unión de Repúblicas socialistas soviéticas?
Increíble pero cierto, en momentos en que producto del calentamiento global, España y Portugal experimentan unas temperaturas veraniegas por encima de los 40 grados Celsius con más de un millar de fallecidos, es cuando más violenta se torna la guerra en Ucrania. ¡Cuan distinto sería el mundo, si en vez de gastar miles de millones de euros y dólares en pólvora y metralla para matar gente, usáramos esos fondos para reducir el uso de los combustibles fósiles, combatir la covid-19, así como para mitigar la crisis alimentaria en el África, Haití y otras empobrecidas naciones!
¡Paz, salud, trabajo, prosperidad colectiva y amor son los antídotos más eficaces para salvar nuestro planeta!