Las interrogantes sobre descomunales enriquecimientos. Mientras la Justicia procede con los expedientes sobre supuestos actos de corrupción que ya obran en su poder, y otros que deberían llegarle, sería insensible el dominicano que no se indigne ni pida cuentas desde ya a partir de los elementos de juicio preliminares, a veces respaldos documentalmente, que configurarían al Estado y sus extensiones del tiempo pasado como piñatas para lucros inverosímiles.
A cargo del Ministerio Público y los correspondientes tribunales está la tarea de contrastar y dilucidar elementos para establecer responsabilidad y emitir sentencias y, en el ínterin, beneficiada por la libre expresión de las ideas y la obligación de transparentar los procesos trascendentales, la opinión pública va quedando empoderada de indicios de extrema gravedad tras una cercana administración de la cosa pública.
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Todo lo presuntamente acontecido corresponde a un marco político que estuvo en ejercicio de poder cuyos liderazgos deberían responder interrogantes que embargan a la colectividad a cuyo nombre actuaban bajo compromisos morales con el electorado. Sus discursos del presente no pueden negar explicaciones al pueblo al que se deben.
Sin embargo, las tribunas de la bandería partidaria asociada a los hechos que analiza la justicia optan ahora por emitir criterios y encender debates ajenos a lo ocurrido, como si nada tuvieran que decir sobre un pasado alarmante al que deberían referirse en algún sentido. Los porqués de las cosas ocurridas.