En una de esas reorganizaciones que uno hace en su oficina, me encontré con un papel ya amarillo donde mi padre con su puño y letra me escribió ese poema para que yo en mi adolescencia me lo aprendiera.
Él recitaba con frecuencia este poema “La lágrima infinita”, de la autoría del poeta y periodista Hilarión Cabrisas, nacido en La Habana en 1883. Permítanme los amables lectores citar cuatro estrofas del bello poema.
“! Esa… La que en el alma llevo oculta, que no salta afuera ni se expande en la pupila; la que a nadie insulta en un alarde de dolor: la grande, la infinita, la muda, la sombría, la terca, la traidora, la doliente lágrima de dolor, lágrima mía, que está clavada en mí profundamente. ! Esa… la que no llega, ni ha llegado, ni llegará a los ojos nunca… ¡nunca!.. Mi lágrima tenaz que no ha mojado el Sahara estéril de mi vida trunca, ¡Esa… no la veras, porque en la calma de mis angustias, se ha trocado en perla! Para verla hace falta tener alma y tú, ¡no tienes alma para verla!…
Escribí sobre el tema de las lágrimas en mi libro “Cerebro, ciencia y sociedad”, hace ya unos años. El llanto tan solo se da en el humano y en ningún otro mamífero u otras especies animales. Ya no se aceptan como válidas las proverbiales “lágrimas de cocodrilo”.
Tampoco son relevantes las lágrimas de las iguanas de las islas Galápagos, que si bien indudablemente existen, solo sirven para eliminar el excedente de sal marina proveniente de la alimentación de estos animales a base de algas.
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Hay tres tipos de lágrimas, las basales están siempre en el ojo y tienen la función de nutrición y lubricación de la córnea, actuando como el agua usada en los limpia vidrios de los vehículos.
Las reflejas, se producen para liberar al ojo de sustancias que puedan irritarlo, polvo, humo, las arenas del Sahara etc. Y están las lágrimas psíquicas o emocionales, son las generadas por un amplio espectro de emociones tanto alegres como tristes, por ejemplo el dolor, la depresión, la felicidad y la alegría extrema, etc. Se ha demostrado que las lágrimas derramadas por dolor tienen sustancias anestésicas y encefalinas secretadas por el Sistema Nervioso Central, a diferencia de las lágrimas producidas por otras razones que no poseen estas sustancias; se plantea que es para ayudarnos en el estrés. Es decir que las lágrimas se tratan de un líquido compuesto por agua, sales y lisozimas (enzimas con poder bactericida). Se producen en las glándulas lacrimales (alrededor de 1 ml al día).
El cerebro ordena su producción, mediante la acción de dos nervios, el trigémino y el facial y participando un intrincado sistema de fibras que conectan el tallo cerebral y el sistema límbico; todo esto estimula el mecanismo secretor de las lágrimas. Estas que al aumentar en cantidad y si exceden del 25% que se pierde en la evaporación, siguen hacia el sistema lacrimonasal donde por gravedad, capilaridad y por lo más importante el movimiento de los parpados, cae el fluido ya hecho lágrima y es cuando se hace objetiva en el dolor, la poética sintética del bardo don Manuel del Cabral, al señalar con gran sabiduría… “La que cae de los párpados, pero qué dura es esta”.