Las memorias de Ana Mitila, 1.

Las memorias de Ana Mitila, 1.

La memoria y los recuerdos, Esther Videgain
SI LA MEMORIA SE TRANSFORMA EN LA NOCHE, LOS RECUERDOS SE ACABAN SUICIDANDO

El recuerdo se tiene, el recuerdo se olvida,
pasea por la memoria,
vaga por el olvido.
Los recuerdos, señores y amos de la vida,
caminan hacia la existencia,
o hacia la amnesia del abismo del pensamiento.
Recuerdos de amor, recuerdos de pena amargada,
la pesadumbre de no poder recordar
y la esperanza de quien puede olvidar.
La alegría, bien se acuerda y bien se olvida.
El tormento pasea sin piedad,
por la cansada y tan temida memoria.
En el subconsciente hay un jardín de rosas apagadas,
brindada tiene su parcela, sin llave su viejo candado,
el recuerdo no tiene otra escapatoria que la de su propio suicidio.
el alma lucha por recordar aquello que anduvo en su ruta cabalgada.
La inconsciencia de su sufrimiento, más que el querer, no la deja,
se impone otra vez, el odiado o el anhelado olvido.
El recuerdo viene, el recuerdo se va,
la alegría se olvida que un día existió
y el penar atormenta a la consciencia del ser, que quiere olvidar sus miserias.
El lunes 26 de noviembre de 2018 fue un día importante en mi vida. Le dimos el último adiós a nuestro querido Emilio Cordero y nuestra amiga Ana Mitila Lora puso a circular su hermoso, magnífico y bien escrito libro “Memorias del Siglo”, en el que se recogen importantes reportajes de esta aguerrida periodista que fueron hechos a finales del siglo XX.
Los próximos Encuentros los dedicaré a esta obra, por importante y trascendente. En un formato de lujo, en 551 páginas expone 50 entrevistas a personajes diversos, muy diversos. Cuenta con un hermoso, erudito y profundo prólogo del sacerdote Pablo Mella, sj.
Pablo Mella rescata que en este libro se va más allá de la memoria institucionalizada, pues está contada por actores de la vida nacional, desde sus propias perspectivas: “Ahora bien, de estas Memorias del siglo podemos sacar mucho más. Dependerá de la manera en que las leamos. Ejemplo de ello son las distintas cartas de reacción a los reportajes que se han introducido en los lugares correspondientes. Resultaría empobrecedor limitarse a precisar apologéticamente lo que cada quien considera “la verdadera historia” o “lo que realmente pasó”, sobre todo cuando aparecen los nombres de seres queridos. Por esta razón, quisiera compartir algunas pistas hermenéuticas. Esta obra puede constituir una invitación inédita a quienes se interesan en los temas dominicanos. De su lectura se desprende la importancia que tiene pensar la tensión que existe entre la práctica de la historia científica y la reconstrucción más humilde y cotidiana de los recuerdos de personas que no han copado las primeras páginas de los periódicos, ni la atención de los libros consagrados a la historia nacional”. (p.7)
El siguiente acápite es la introducción de Ana Mitila, en la que nos habla de que esta obra nació sobre la serie de reportajes que fueron hechos para el periódico Listín Diario en los años 90 del siglo XX. Se denominaría “Memorias del Siglo”. El proyecto tuvo alto impacto, como bien nos explica la propia autora: “Fue un proyecto concebido para tener largo aliento. Aunque nunca imaginamos que se extendería durante dieciséis meses. Desde el primer domingo de enero de 1999, hasta mediados de abril de 2000, las publicaciones concatenadas despedían el aroma de novelas por entrega. (…) El proceso de selección de los entrevistados no fue fácil. Algunos cumplían con los requisitos de la edad, mayores eran las posibilidades de cubrir parte de las etapas menos conocidas por el público. (…) El proceso de identificar personas mayores de 80 años con vivencias que marcaban diversas etapas resultó desafiante. (…) A finales de diciembre de 1998, reunimos a un puñado de los primeros entrevistados en el parque Colón de Santo Domingo, adosado a la centenaria Catedral. Una foto, que para mí es como una prenda familiar, inmortalizó el momento. Es la que aparece en las guardas del libro”. (p.20)
Pero Ana Mitila no solo hizo las entrevistas, sino que trabajó intensamente investigando. Tenía que estar informada para poder preguntar. Leyó la prensa de las diferentes épocas. Y con esa información en el capítulo siguiente titulado: “1,000 años vividos. Testigos excepcionales relatan las memorias del siglo XX”. En este capítulo aparece una enjundiosa cronología que comienza en el año 1900 y termina en el año 1996. El capítulo contiene dos fotos interesantísimas que se contraponen y complementa. En una aparece María Estela Salazar de Valdés, nacida en 1909, quien a pesar de su exquisita formación no pudo salir a la calle a trabajar, porque su lugar era ser madre, esposa y ama de casa. En la página contrapuesta aparece su nieta Linette Mendoza Valdés. Nacida en 1967, es el resultado del desarrollo de la mujer en materia laboral, social y económica. Concluye este artículo diciendo:
“¿Es el paso del tiempo el bálsamo de tormentos infligidos? No es cierto. De las conversaciones con algunos de nuestros ancianos se constata que las heridas desde 1930 todavía duelen. Ellos explican sus razones, sus lealtades, rechazos y afectos. Algunos de los entrevistados confiesan que en la soledad de sus noches buscan respuestas a los años vividos y a la sangre derramada, Pasan balance a su entrega a un ideal y a causas perdidas. Algunos de los nacidos en 1900 y tantos esperan con incertidumbre el nuevo milenio. Otros vislumbran perspectivas halagadoras. Algunos todavía se preguntan si lo vivido valió la pena y se angustian al pensar que la historia pudo ser distinta”. (p.28)
Aunque muchos, mejor dicho, la mayoría de los entrevistados eran mayores que yo, me sumo a su desengaño, pues como ellos, soñé con un fin de siglo mejor del que construimos. No me siento orgullosa de lo que ha hecho la humanidad hoy, ni tampoco del derrotero que lleva en este siglo XXI cargado de preguntas y de banalidad absurda. Hasta la próxima.

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