Una de las 32 provincias en que está dividida políticamente la República Dominicana se llama “Hermanas Mirabal”. Diversos parques y plazas exhiben bustos y estatuas con sus efigies; y en diferentes ciudades existen planteles escolares y calles que también honran su memoria.
Igualmente, una estación del metro en la ciudad de Santo Domingo fue designada con su nombre. Y un billete de circulación nacional, de la denominación de 200 pesos, muestra una fotografía de las Mirabal.
En el arte y la literatura de ficción o histórica su vida ha sido contada en poemas, cuentos, novelas, biografías y películas de cineastas nacionales y extranjeros. Pero ¿quiénes eran las hermanas Mirabal y por qué el pueblo dominicano les rinde tributo permanente en diferentes lugares de memoria?
En un pequeño poblado llamado “Ojo de Agua”, de la provincia de Salcedo, el matrimonio conformado por Enrique Mirabal Fernández y Mercedes Reyes Camilo procreó cuatro hijas: Patria (1924-1960), Bélgica (1925-2014), Minerva (1926-1960) y María Teresa (1935-1960).
Tres de ellas murieron el mismo día y año en circunstancias trágicas, y solo Bélgica, mejor conocida como Dedé, sobrevivió para continuar criando y formando en valores a sus hijos y sobrinos.
Con el tiempo, Dedé y su familia pudieron preservar el legado de sus hermanas, y dedicar gran parte de su vida a preservar y difundir entre las jóvenes generaciones la ejemplar historia de abnegación y lucha de sus hermanas contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961).
Las hermanas Mirabal se destacaron como firmes defensoras de los derechos humanos, las libertades públicas y la democracia. Lucharon firmemente para lograr la eliminación definitiva de la tiranía trujillista, que oprimió al pueblo dominicano durante tres décadas.
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Desde muy jóvenes las hermanas Mirabal adquirieron conciencia sobre el estado de terror y opresión que padecía el pueblo dominicano, el cual vivía en una atmósfera de asfixia moral y política bajo la feroz tiranía trujillista.
De manera que, inspiradas por el deber patriótico y por ideas patrióticas democráticas, se integraron de manera activa a la lucha clandestina contra el régimen dictatorial, pese a que todas habían contraído matrimonio y procreado familias.
Ninguna de las hermanas Mirabal quiso que sus hijos crecieran en una sociedad cerrada donde se despreciaba la dignidad humana y se le negaba al pueblo a vivir en democracia.
Tanto Minerva como María Teresa casaron con jóvenes profesionales que, además de los sentimientos amorosos que los unieron, también compartían similares ideas políticas.
Por tanto, Minerva y María Teresa tuvieron una participación de mayor compromiso militante dentro de la resistencia clandestina que combatía a la tiranía. Patria, quien abrazó la misma causa política en menor medida, nunca dudó en ofrecer su hogar para que miembros del movimiento conspirativo pudieran reunirse clandestinamente sin ser detectados por el servicio secreto.
Dedé, por su parte, siempre estuvo al tanto del trabajo político de sus hermanas, pero dedicó la mayor parte de su tiempo a los negocios familiares junto a su padre.
Entre 1949 y 1959 el régimen de Trujillo enfrentó por lo menos dos expediciones armadas, organizadas desde el exilio, con el objetivo de derrocar el Gobierno, pero el ejército de la tiranía pudo sofocar con éxito esas tentativas. Sin embargo, la expedición patriótica de mayor repercusión, tanto en el país como en la región del Caribe, fue la que tuvo lugar en junio de 1959, que organizó el exilio dominicano radicado en Cuba con apoyo del entonces incipiente gobierno de Fidel Castro, antiguo enemigo político de Trujillo.
Lamentablemente esa expedición libertadora fue derrotada en el plano militar. De 198 expedicionarios, 58 murieron en combate, 33 fueron capturados heridos y rematados, 29 fusilados en el lugar donde fueron apresados y 78 combatientes fueron trasladados a la base aérea de San Isidro. Allí fueron bárbaramente torturados y, finalmente, ejecutados frente a pelotones de fusilamiento.
La forma brutal en que tantos jóvenes perdieron sus vidas estremeció la conciencia nacional motivando que gran parte de la juventud decidiera organizarse políticamente para acabar de una vez por todas con el tirano por la vía de la conspiración política, bien fuera derrocándolo o bien eliminándolo físicamente.
Así las cosas, en enero de 1960, numerosos jóvenes de diferentes clases sociales formaron una organización clandestina, con ramificaciones en todo el territorio nacional, que adoptó el nombre de Movimiento 14 de Junio, en honor a los mártires de las expediciones del año 1959, conocida luego como “La Raza Inmortal”.
Entre los principales fundadores de esa organización política, las hermanas Minerva y María Teresa Mirabal, así como sus esposos, Manolo Tavárez y Leandro Guzmán, jugaron un papel de primer orden.
El propósito del movimiento era decapitar la dictadura trujillista; promover un gobierno provisional que convocara elecciones libres; dotar al país de una nueva constitución política; garantizar las libertades públicas y propiciar un régimen democrático de igualdad y justicia social.
Pero la temible policía de inteligencia del gobierno, conocida como Servicio de Inteligencia Militar, SIM, no tardó en descubrir la gran conspiración política desatando una feroz persecución contra sus miembros en todo el país. Las cárceles se llenaron de presos políticos, sin importar edades ni sexo, que fueron sometidos a horripilantes torturas y vejámenes.
Las hermanas Mirabal, al igual que sus esposos, fueron detenidas en varias ocasiones y confinadas en los centros de torturas de la dictadura. En una ocasión, a Minerva y a María Teresa, al igual que a otras compañeras de lucha, las condujeron a una de las salas de torturas para que presenciaran el momento cuando algunos de sus compañeros eran sometidos a humillantes vejámenes.
Las Mirabal fueron liberadas a principios de febrero de 1960, mientras sus esposos continuaron en prisión. Varios meses después volvieron a ser apresadas y recluidas en la cárcel de La Victoria.
Incluso, en esta ocasión el ensañamiento del oficialismo contra ellas fue de tal magnitud, que se preparó una farsa de juicio en el cual resultaron condenadas nada menos que a 5 años de cárcel, acusadas de conspiración contra la seguridad del Estado.
Pero la crisis internacional en que se vio involucrado Trujillo, luego del fallido atentado contra la vida del presidente venezolano Rómulo Betancourt, obligó a la dictadura a tomar ciertas medidas de aparente flexibilidad frente a sus opositores, razón por la cual varios presos políticos, las hermanas Mirabal entre ellos, fueron puestos en libertad, no así sus esposos.
Tras ser liberadas de esta última experiencia carcelaria, cualquiera pensaría que las hermanas Mirabal decidieron hacer un alto en lucha contra el dictador Trujillo para dedicarse al cuidado de sus familias, pero no fue así.
Su libertad había sido a medias, pues el Gobierno ordenó que fueran mantenidas bajo prisión domiciliaria, lo cual en modo alguno impidió que se mantuvieran firmes combatiendo a la dictadura, pese a la estricta vigilancia a la que estaban sometidas.
Manolo Tavárez y Leandro Guzmán, altos dirigentes del movimiento 14 de Junio y esposos de Minerva y María Teresa, que también estaban presos y habían sido condenados a 30 años de prisión, fueron trasladados primero a la cárcel militar de Salcedo, y semanas después a otra cárcel en la ciudad de Puerto Plata.
En verdad, se trató de un plan macabro de la dictadura consistente en aislar a los esposos de las dos activistas políticas, a fin de que, para visitarlos, ellas tuvieran que desplazarse hasta lugares distantes de su pueblo natal por carreteras poco seguras.