En esta época de confusión, la controversia es la dueña de la atención de nuestra sociedad conectada, donde el razonamiento en armonía y tranquilidad cada vez es más escaso, siendo incluso opacado por la cantidad de discusiones permanentes en función a mantenernos en un pico alto de excitación, ya sea por placer, risa, indignación, enfado o cualquier sentimiento que influya en nuestro estado de ánimo.
Es tanta la dinámica de contenidos e información que provocan que nuevas luchas de grupos vulnerables se junten, y ante esta realidad, entonces vienen las excepciones, la explicación constante en base a seudo-especificaciones, lo que termina generando en algunos/as cierto agotamiento, sobre todo cuando se trata de temas feministas.
Si la derecha quiere empoderarse del escenario, resulta que atacando a las mujeres feministas ganan puntos, aunque su propuesta de manejo del Estado está sustentada en solo asuntos económicos, el tema que abanderan para crear controversia es la intención de aplastar y ridiculizar a la búsqueda de igualdad de derechos, respeto y seguridad que demandan las mujeres.
Al mismo tiempo, si existen mujeres que quieren sobresalir en las redes sociales, se convierten en las “pick me” (escógeme) porque critican a las demás mujeres, sólo por la dichosa controversia en las redes sociales, pero ellas mismas son mujeres trabajadoras, empoderadas, que buscan independencia financiera y disfrutan de las libertades por las cuales otras lucharon previamente.
Pasa con el feminismo, como se basa en una lucha contra la discriminación, se termina juntando con los derechos que exige la comunidad LGTBQ+, y aquí se torna aún más liado el panorama. Entonces, las aguas se separan cuando te meten el asunto de las mujeres trans en el deporte junto con la lucha feminista, como pude observar en un video español este pasado 8M.
¿Cómo se juntan el reclamo de derechos feministas con el tema de personas trans en el deporte? ¿No es acaso el deporte una disciplina cuyos parámetros fisiológicos importan tanto, que hay hasta categorías, en algunos casos, basados en tamaño y peso de quien concursa? ¿No estamos las mujeres exigiendo que los equipos femeninos de algunos deportes cuenten con la misma promoción, salarios y condiciones que la de los hombres?
De ahí es que viene la ramificación ideológica cada vez más amplia, frondosa, confusa y extrema. Y lo extremo, hace que la separación sea más amplia en la sociedad y que nos individualicemos más, porque no podemos con tanta carga y exceso de complejidad. Sin embargo, atento a estos temas que son controversiales, queremos ignorar la gran brecha de género que aún existe. Estamos lejos de alcanzar la paridad entre hombres y mujeres en los puestos de poder, ahora mismo en la República Dominicana, sólo tenemos a dos mujeres ministras.
Las candidatas mujeres en el 2024, según los estudios realizados por la Junta Central Electoral, solo contaron con un 25% de visibilización en los medios de comunicación, en comparación con los candidatos hombres. Las mujeres seguimos liderando la tasa de pobreza, es decir, entre las personas pobres las mujeres son las más pobres, aunque seamos mayoría en las universidades.
Seguimos siendo víctimas de acoso constante por nuestra apariencia en mayor intensidad que los hombres, como también, el acoso sexual, las violaciones, el maltrato físico y verbal y los feminicidios siguen estando a la orden del día.
No bien tenemos que bregar con toda esta desigualdad, si nos identificamos con la lucha para la visibilización y erradicación de dichas desigualdades, entonces somos foco de necedades y agitación constante, en grupos familiares y de amigos, espacios de trabajo o en las redes sociales, con la finalidad de “dar cuerda”, como se dice en buen dominicano, y crear controversia para que una audiencia, ya sea cerrada o abierta, se entretenga. Práctica que no parece tener fin cercano.
Me preocupó conocer los datos del Instituto Europeo para la Igualdad de Género, que dice que se necesitarían unos 60 años para que en Europa se logre una igualdad total entre hombres y mujeres, lo que me hace reflexionar sobre cuanto faltaría en Latinoamérica, en función a ser una sociedad con mayores desigualdades. Más aún, cuando se trata de República Dominicana, donde tenemos serios problemas educativos, se ha minimizado y dañado la educación en igualdad de derechos de hombres y mujeres, prácticamente desapareciendo el área encargada en el MINERD de lidiar con esa realidad que es transversal en los procesos educativos en un país con tan alta tasa de embarazo adolescente.
Para colmo, otros datos en Europa revelan el crecimiento de ideas conservadoras en la generación Z (18-25 años) y los Milenials (25-45 años), los cuales, minimizan en su configuración de la sociedad el tema de la igualdad, entendiendo que se está exigiendo demasiado a los hombres. Además, hay una proliferación de plataformas digitales que crean un clima hostil para las mujeres.
Finalmente, ya sea por campañas políticas, por situaciones extremas que no tienen que ver con el feminismo, por generar odios, o por frustraciones personales, las mujeres, como consecuencia, seguimos pagando todos los platos rotos.