La opinión general es que el joven Partido Revolucionario Moderno (PRM), que postula al economista Luis Abinader, representa al auténtico Partido Revolucionario Dominicano (PRD), heredad del difunto doctor José Francisco Peña Gómez, tanto en términos ideológicos como de militancia y fogosidad política
Los eventos que ha protagonizado el PRD, versión Miguel Vargas, a pesar de ostentar las siglas y símbolos del perredísmo, colocaron al borde de la extinción al otrora partido blanco, protagonista de jornadas épicas por la libertad y la democracia.
Pero, por primera vez en su larga historia de 76 años, la boleta del PRD llevará impresa la figura extrapartidaria del candidato presidencial de la organización oficialista históricamente rival, en este caso el Presidente Danilo Medina, del PLD, en medio de los colores, símbolos y el “jacho prendío” del perredísmo. Un hecho insólito, demostración palpable de la sagacidad del mandatario y la degradación política de Vargas, a quien el oficialismo lanzó un salvavidas para que no se ahogara en el maremágnum electoral próximo, a cambio de apoyar la reforma constitucional y su adhesión a la supernumeraria coalición reeleccionista que sustenta la posible victoria de Medina.
Ese acontecimiento ha situado al candidato presidencial del PRM, Luis Abinader, como el líder principal de una oposición aun escindida, y cuyo objetivo implica una tarea cuesta arriba: tumbar a Medina de la cómoda preferencia electoral que disfruta.
Abinader debe vencer serios obstáculos de financiamiento, captación de votos y organización territorial, pero a nueve meses de los comicios nada parece seguro, y la posibilidad del escándalo de corrupción capaz de debilitar al gobierno está presente. Si la Justicia enviara a juicio al senador Félix Bautista, si progresara la indagatoria contra el ex director de OISOE, Miguel Pimentel Kareh, o reflotara Odebrecht, el panorama podría cambiar.