Es evidente que la automatización, las crisis financieras, el consumismo, y la necesidad de las gratificaciones inmediatas, ejercen un estrés crónico en la vida de los jóvenes. Vivimos en el mundo donde nadie quiere perder, postergar, ceder, asimilar procesos o manejar crisis; todos queremos ser exitosos, competidores y felices; además, mostrar los músculos, verse joven, mostrar la belleza y visibilizar en las redes el narcisismo o el ego de que estamos realizados y confortables. Literalmente es un mundo que estimula vivir de apariencia, no importa el costo, la agonía y el sufrimiento, pero hay que vender el confort, la vanidad y la autorrealización personal. Y, nadie más que los jóvenes y los adultos sienten esa agonía por el estatus o la movilización social. predicen que aprendamos a construir el propósito de vida realizando los diagnósticos tempranos y correctos sobre los indicadores que afectan a los jóvenes, o los desafíos que les espera, para fluir en la vida, para alcanzar el desarrollo social, el crecimiento, el éxito y la felicidad.
Todos tenemos derecho al bienestar, a la innovación, a la creatividad, al desarrollo social y a las oportunidades. El problema es, cómo se logra, qué vías escoger para llegar al bienestar, con qué autoestima cuento y qué fortaleza emocional y resiliencia social se tiene para vencer las adversidades de la vida. Ese es el desafío de los jóvenes líderes, adelantarse en el presente para identificar sus factores de riesgo psicosocial hacia el futuro.
La clave para todo esto es, lograr una alianza entre lo emocional, lo racional y lo social. Es decir, poner a funcionar el ce rebro, el juicio crítico, y la inteligencia. Pero de forma práctica, el joven líder debe asumir las tres E para fluir en la vida: equilibrio, equidad y eficacia.
El equilibrio significa aprender a socializar la vida, y los propósitos de vida en armonía en todos las áreas: estudio, laboral, familiar, pareja, social, emocional, espiritual y personal; con resolución y gestión del conflicto, las desavenencias y las diferencias. Crecer y madurar con equilibrio es lo mismo que responder con inteligencia emocional y fortaleza emocional ante cualquier adversidad. Los jóvenes tienen que aprender a lidiar las presiones de amigos, las sociales y económicas; pero también, los enojos dentro de la familia o pareja. Dos indicadores que ejercen presión para el desequilibrio son: las influencias y aprender a gestionar los cambios que se producen en la juventud y la adultez temprana. Y, para todo esto se necesita del equilibrio emocional y la equidad social.
Sin embargo, la equidad es un componente psicosocial que encierra desde de la empatía, autoconciencia, reciprocidad y altruismo para asumir la vida con justicia social. La equidad se practica como fundamento y aprendizaje social en todas las áreas de la vida. Un joven líder equitativo fluye mejor, se convierte en un facilitador y en un gerente de los demás y, por ende, de la vida socializada con los grupos sociales. Literalmente somos seres sociables que vivimos en colectivo, así lo estudia la psicología social, la antropología y la economía, para asumir la empatía, la compasión y la reciprocidad hacia los demás, que al fin y al cabo es lo que produce bienestar interior y felicidad. La pérdida de la equidad en la socialización de la vida, reproduce el egoísmo, el individualismo, el egocentrismo, y la insolidaridad; pero también, la indiferencia, la falta de disposición, por las demás personas.
Tanto el equilibrio y la equidad, se combina al final con la eficacia, es decir, con la viabilización y facilitación de los procesos, los resultados de vida, donde pueden ser medibles, tangibles, asertivos y gestionados de forma eficaz. Trabajar hacia la eficacia es trabajar con resultados, con procesos y proyectos a lo que se le debe dar continuidad para verle fluir de forma exitosa.
Esa eficacia en la vida tiene que ver con el optimismo, la autoconfianza, la autodeterminación y la fortaleza emocional del joven líder. La falta de eficacia en la práctica social, impide los propósitos hacia el logro, hacia la culminación de metas y de resultados de vida. De ahí que los pesimistas, los que no saben lidiar conflictos o los de poca inteligencia emocional y social, pierden la eficacia y la resonancia en el proyecto de vida. Cuando se desea lo mejor para el proyecto personal, social, familiar, de pareja se debe aplicar las tres E: equilibrio, equidad y eficacia; que nunca se les olvide a los jóvenes líderes.