Perú — La última vez que el Fondo Monetario Internacional realizó su asamblea anual en Latinoamérica, Ernesto “Che” Guevara trataba de extender la influencia de la revolución cubana en el hemisferio y gran parte de la región se hallaba bajo dictaduras represivas.
Pero cuando los funcionarios económicos de todo el mundo comenzaron a llegar a Lima el jueves, las batallas ideológicas del pasado parecían estar desvaneciéndose.
En las cinco décadas desde la reunión en Río de Janeiro en 1967, el FMI y el Banco Mundial han aflojado las prescripciones que forzaron la austeridad en gran parte del hemisferio.
Y muchos gobiernos, entre ellos algunos izquierdistas como Bolivia y Ecuador que siguen hostiles en retórica hacia el llamado consenso de Washington, están implementando políticas económicas relativamente convencionales. “No es la vieja Latinoamérica, ni es el viejo FMI”, dijo Christine Lagarde, la directora del Fondo, en declaraciones a reporteros el jueves.
“La relación es de cooperación y asociación”. Pero la nueva apertura pudiera ser sometida a prueba si se le pide al fondo que ayude a paliar la situación creada por el desplome en los precios de las materias primas.
William R. Rhodes, un ex vicepresidente de Citigroup que representó a bancos en las negociaciones sobre las deudas de varios gobiernos en impago en la década de 1980, dijo que ningún país de la región quiere realmente asistencia del Fondo.
“La saga de Argentina sigue fresca en las memorias de todos”, dijo en referencia a las críticas al FMI por su papel en el impago de la deuda de ese país en 2001, que aún lastra la segunda mayor economía de Sudamérica.
Aun así, indicó que algunos gobiernos no van tener más remedio, dada la profundidad de los efectos de la desaceleración económica en China, que ha deprimido los precios para el cobre, el crudo y el hierro de la región, al tiempo que genera una fuga de inversiones extranjeras de los mercados emergentes.
Lastradas por fuertes recesiones en Brasil y Venezuela, se espera que las economías de Latinoamérica y el Caribe se contraigan 0,3% este año, lo que amenaza con llevar a la pobreza a muchos miembros de la nueva clase media en la región.
“Todos esos países realmente prosperaron durante el auge de las materias primas, así que va a tomar tiempo para resolver la situación actual”, dijo Rhodes, que vivió en Venezuela por más de una década y ahora encabeza una firma consultora que lleva su apellido.
“Si no logran manejarlo bien, podría ser muy difícil, porque estamos entrando en un período de crecimiento global lento”.
Los indicios de una inminente crisis pudieran estar aflorando ya. En Brasil, la mayor economía de la región, la moneda se desplomó recientemente a un nivel récord y el desempleo subió a su nivel más alto en cinco años, aumentando las tensiones políticas que ya causaron protestas masivas en demanda de la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff.
Se pronostica que la economía de Venezuela se contraiga 10% este año, mientras el país confronta una enorme escasez y una inflación de alrededor de 200%, la más alta en el mundo. Por ahora, el Fondo se resiste a insinuaciones de que va a tener que resolver la situación.
En los últimos 15 años, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos ha aprovechado el auge para acumular reservas de divisas y elevar los ahorros nacionales.
A diferencia de la llamada “Década Perdida” de los ochenta, cuando casi todas las naciones latinoamericanas acudieron al FMI para poder lidiar con las secuelas de una ola de endeudamiento alimentada por los altos precios del crudo, hoy solamente tres países en el hemisferio occidental — Honduras, Jamaica y Granada— dependen del fondo para asistencia financiera.
“Tenemos un difícil panorama de crecimiento”, dijo Alejandro Werner, un exfuncionario mexicano de finanzas que supervisa las relaciones del FMI con Latinoamérica, en declaraciones a The Associated Press. “Pero estamos teniendo un ambiente financiero mucho menos difícil que en el pasado”