El pasado proceso electoral dejó varias lecciones cuyas enseñanzas, es opcional aprovecharlas o ignorarlas, dejando que la realidad de los hechos continúe imponiéndose en el panorama político nacional.
Una lección importante es que la popularidad no es transferible, sino que se fragua con el trabajo tesonero y acercamiento a las masas las que al final tienen, con sus votos, la última palabra.
Es el caso de Guillermo Moreno, de quien afirmé, a raíz de su imposición como candidato senatorial del PRM, que era un buen candidato no para la senaduría del Distrito, que ya tenía su abanderada, sino para la Procuraduría General de la República o la Fiscalía.
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Otro elemento positivo que nos dejó el proceso, fue la elección de varios jóvenes a cargos congresuales quienes dependiendo de su honestidad y desempeño, al margen de sus progenitores, pueden convertirse en el relevo dirigencial de una rancia clase política enquistada por decenas de años en el Congreso obstaculizando el desarrollo de la juventud de sus partidos.
Por último, se evidenció la urgente necesidad de cambios en las estructuras dirigenciales de partidos como el PLD, que de ser el más grande y poderoso, está en camino a convertirse en otra entelequia política como le pasó al PRSC y al PRD.