“E Pluribus Unun” –“de la pluralidad uno”-, proclamó Julio César Castaños Guzmán, quien asume por segunda ocasión la presidencia de la JCE, durante su breve discurso de aceptación ante el Senado de la República, en representación de colegas miembros titulares y suplentes.
Aunque no lo mencionara con pelos y señales, la promesa del reconocido jurista de que primará la “unidad en la diversidad” entre los nombrados, fue alusión directa de que la desunión y la enemistad jugaron un papel decisivo en la imagen fracasada que proyecta el tribunal electoral.
“Sin lugar a dudas, que si esta finalidad de unidad del mandato que recién inicia se encarna en nosotros”, -puntualizó- “el éxito esta asegurado y la encomienda no es otra que lo mandado por la Constitución y la Ley”.
Y describió cuatro funciones fundamentales. Primero, la esencia originalmente electoral y por antonomasia de la JCE, garantía de que en el 2020 habrán elecciones justas y transparentes como manda nuestra Carta Magna y la Carta Democrática de las Américas, en atención a los valores de libertad, equidad y objetividad.
Segundo, la JCE custodia la seguridad jurídica del origen de la familia, a fin de que nuestra nacionalidad no se diluya y desmorone por falta de celo legal.
Tercero, asumir la administración responsable de la Cédula de Identidad y Electoral, que es el instrumento más eficaz de ciudadanización existente en el orden jurídico de la nación, “que hace ostensible y palmaria la identidad de quienes somos”.
Los nuevos jueces tratarán de limpiar la imagen negativa de la pasada JCE, plagada de conflictos y rivalidades, desacreditada por la oposición que la responsabiliza de su amplia derrota.