Leer es maravilloso, algo mágico. Leer es una fuente de placer y sabiduría.
Lamentablemente, 62.3% de los niños y niñas dominicanas de 10 años no podrían decir lo mismo; ya que no pueden leer ni entender un texto simple, según los resultados del Boletín de Competitividad Sectorial (BCS) 2021, publicado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd). Es un dato desgarrador; ya que si los niños y niñas no entienden lo que leen, entonces, se hace cuesta arriba desarrollar otras competencias, habilidades y destrezas. Sin embargo, es una problemática que con un poco de voluntad y creatividad se podría solucionar en un lapso relativamente breve.
¿Qué es lo más importante que pasa en la escuela? La respuesta para mi es simple: que nos enseñan a leer. Acontecimiento extraordinario que damos por sentado.
No es lo mismo aprender a leer a los 6 que a los 14. Sólamente habría que advertir que nuestro cerebro no está predispuesto a leer. Nosotros los humanos no tenemos una capacidad innata para la lectura. Leer no es una competencia natural, es un invento humano. Nuestro cerebro habilita áreas para darnos esa capacidad, para comprender lo que está escrito. Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva estadounidense, dice: “No hay genes específicos para la lectura y no hay un centro o estructura en el cerebro que se dedique sólo a la lectura”.
¿Cómo podríamos, entonces, promover la lectura tanto en la escuela como en la familia? Primeramente, el ejemplo es fundamental. No es lo mismo un profesor o profesora, una padre o madre que no lee a un profesor o profesora, padre o madre que llega al aula (o a la casa) con un libro bajo el brazo.
Los maestros y maestras con el apoyo de los padres y tutores podríamos encontrar gratificante llevar a cabo proyectos para promover la lectura, tales como:
· Crear un club de lectores
· Visitar la librería, aunque sea para ver los títulos, le pongan la mano y puedan oler los libros, no tienen que comprar nada.
· Tener una hora para visitar la biblioteca semanalmente
· Invitar a un escritor o escritora a la clase.
· Montar una Feria del Libro escolar.
· Crear una biblioteca en el aula.
· Crear una biblioteca comunitaria.
· Hacer una excursión, tipo juego del tesoro escondido, a una tienda de libros viejos y usados.
Además, para promover la lectura y crear el hábito de leer tanto en la escuela como en la casa, sería genial hacerlo en un ambiente de complicidad. En ese sentido, y para ponernos manos a la obra, podríamos:
· Comenzar con textos fáciles, sencillos. No tenemos que comenzar ni Dostoevsky ni Cervantes ni Cortazar ni Andrés L. Mateo.
· Buscar libros que provoquen reacción, interés intrínseco. Preguntarnos a nosotros mismos: ¿tendría yo interés en leer esto?
· Tener todas las opciones posibles para leer sin ponerle un propósito detrás al libro, por ejemplo un examen. ¡Eso mata el Encanto!
· Buscar libros con los que los muchachos se la pasen bien.
· Usar fragmentos como anzuelos para engancharlos a la lectura.
· Decirle a los chicos que lean el libro que más le gusta, entre varias opciones.
· Apostar a lo lúdico. No olvidar que la mente de los niños y niñas es mágica.
· No tener de antemano los libros que se van a leer o que son los libros de lectura.
· Abrir la posibilidad que los muchachos se puedan llevar libros a la casa.
· Educar en la pregunta: leer es preguntar, leer es reescribir, leer es pensar.
· Introducir el libro como si fuera una persona o un personaje o un buen amigo y decirle a los alumnos “Hoy nos ha llegado este libro”, “Hoy nos visita….”
· Usar el efecto sorpresa con el libro. Envolverlo en un ambiente de fantasía, ensueño, magia; de algo que sale de lo ordinario, que les permita a los niños poner sus mentes a volar.
· Leer en distintos tipos de formatos. En el aula leer de maneras distintas y textos diversos.
· Abrirnos a la posibilidad de las tiras cómicas o comics.
· Tener en cuenta que a la denominada generación Z y Alpha les gustan los textos más pequeños, más breves y que la capacidad de atención en la actualidad es de unos 7 minutos.
· Propiciar que la lectura esté en el aire, que se sienta. ¡Sería maravilloso!
La solución fácil no existe. Sin embargo, cada uno puede constituirse en un promotor o activista de la lectura; ya sea en la familia, en la escuela, en la comunidad, en el trabajo, en todas partes. Me hace ilusión que en el próximo Boletín de Competitividad, los niños y niñas dominicanos estén en una mejor situación con la lectura, no por la competitividad; sino por su bienestar. ¡No digamos más y vamos a leer!