¡Lengua de paraíso: José Mármol! (1)

¡Lengua de paraíso: José Mármol! (1)

Píndaro se ha levantado bien tempranito y le ha dado con aventurarse sin preguntarle a Herminio… Agarra su mochila y sigilosamente sale de la casa… Según sus propias palabras, se le ha metido entre ceja y ceja arrancar para un lugar en el que la vista se les refresque y lo aleje del desagradable diario tapón… No bien ha llegado al vehículo, cuando una voz le enfrenta… “Ahhhh…¿Y tú creíste que me ibas a dejar solo en tu viaje?” –reprende Herminio-… Sin mediar más palabras, ambos salen disparados hacia su meta. Han presentido que algo nuevo y diferente les espera.

Al llegar a Bonao, siguen enfilando hacia Loma de Blanco… “No sé por qué me da la sensación de que hoy va a ser un gran día –como canta Serrat-”… expresa Píndaro… Casi sin percatarse de las curvas, han llegado a un lugar que es parte de un paraíso… Detienen su auto y, justo frente a ellos, una figura alta y delgada, pero con ojos escudriñadores, les sorprende y, con una sonrisa, les da los buenos días… Es, José Mármol –Jochy, para ellos-, que ha escogido ese día para meditar… Uffff, estos dos intrusos no pierden el tiempo y lo arropan… Ambos han leído una excelente obra poética de este importante escritor dominicano que le retrata sus años mozos… “Lengua de paraíso y otros poemas” le ganó el ‘Premio Pedro Henríquez Ureña’ en el 1992, otorgado por la UNPHU y, precisamente ahora, cobra vigencia por lo impactante de su contenido.

Sin pensárselo dos veces, Píndaro –que es un atrevido-, aprovecha y cuestiona al poeta: “¿Qué línea de pensamiento estaba de manifiesto en ti por allá por el 1992 cuando vio la luz pública tu obra?”… Con sus ojos mirando al firmamento, les responde: “En mi caso, y se los digo con absoluta modestia, cada libro representa un desafío estético distinto, en cuya senda continúo el propósito de encontrar una voz poética personal. La estrategia estética del lenguaje poético en Lengua de paraíso y otros poemas se caracteriza por un distanciamiento de la expresión experimental, gramaticalmente disruptiva, de ruptura y de corte marcadamente conceptual o filosófico que había inaugurado con mi primer libro y que fui agotando en los siguientes. Arribé a un lenguaje de estructura un tanto coloquial y de acentuada plasticidad en las imágenes. Ese lenguaje natural del que habló T.S. Eliot, al que la poesía vuelve, mientras madura.

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Píndaro, que no descansa, le cuestiona: “Dónde residías cuando escribiste esos poemas?”…. “Vivía, junto a mi esposa Soraya y nuestros hijos Yasser (1985) y Alberto (1987), -le responde Jochy–, en una modesta casita alquilada en el Residencial Santo Domingo, sector de Herrera, hacia el lado norte del Santo Domingo Country Club. Fueron años de modestia económica, aunque sin precariedades, pero de gran felicidad familiar. Siempre he seguido a Antonio Machado en lo que atiene a mis responsabilidades económicas y mi rol de proveedor familiar. Por eso repito con él su verso: “a mi trabajo acudo, con mi dinero pago”. Llegamos a vivir por un tiempo en la misma calle, mi hermana Angelita y su familia, nuestra madre Antonia, casi frente a ella, y más hacia abajo nosotros. En demasiadas ocasiones la pequeña casa llegó a llenársenos con veladas de escritores y artistas” –expresa con satisfacción-… Píndaro le interrumpe y, como ha leído una profunda cita al inicio de la obra en cuestión, le cuestiona: “¿Hay alguna razón para que esta cita de Attar inicie tu entrega?”… “Conocí al poeta persa sufí Attar –comenta Jochy-, a través de la lectura de las obras de Jorge Luis Borges. Como comprenderás, el Señor al que se refieren sus versos no es el Dios cristiano, sino el musulmán, Alá. Independientemente del credo, lo importante para mí en los versos que cito es la confesión de que el creyente debe adorar a su Dios por sí mismo; no por temor al Infierno ni por esperanza del Paraíso. Porque en la adoración de Dios, por ser simplemente Dios, radica el derecho del creyente a pedirle, en acto de misericordia, que no le niegue nunca su “imperecedera hermosura”. En el desprendimiento y en la valoración de la belleza estriba la razón por la que preguntas” –sentencia el poeta-.

El ambiente de montaña les ha llevado a más allá de profundas ideas, y es Herminio que ahora, con sobradas razones, expresa: “Sentémonos bajo ese samán… Sigamos conversando para que nuestros lectores, en una segunda entrega de contenido, hagan lo mismo que nosotros y en dos semanas retornemos a disfrutar del pensamiento de este laureado poeta nacional y, lo más importante, un hombre de sencillez a replicar entre nosotros”.

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