Píndaro y Herminio aún están pasando unas cortas vacaciones en Loma de Blanco, Bonao, conversando con su amigo José Mármol –Jochy-, ese gran Poeta Nacional que en el 1992 recibió un gran reconocimiento con el “Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña”, entregado por la UNPHU… “Jochy –cuestiona Herminio-, inicias el contenido de tu publicación con ‘la negación de la orilla’… ¿Qué tiene que ver el ‘Día de Septiembre’ con tus recuerdos, para dejarte ‘Llegar a cantar lo que eres’ en la noche?”…. El poeta, haciendo uso de su agudeza de pensamiento, responde: “Haces un juego, una suerte de acertijo con el título de la primera sección del libro (Negación de la orilla), el título de un poema (Día de septiembre) y un verso de uno de los poemas. Si a la orilla niegas, es porque de ella te alejas, a ella renuncias. La alusión a septiembre está asociada a los meses de lluvia y la temporada ciclónica en nuestro país. La invitación a llegar a cantar lo que eres es sinónimo del descubrimiento del valor de la identidad en el sujeto de la escritura, el individuo que articula y gestiona una lengua, en una determinada cultura. Además, el reto de crear un verso y un canto nuevos, para un nuevo tiempo y una nueva historia” -concluye, mientras levanta su cara al viento que surca entre las curvas de la loma-.
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Píndaro, que ha estado absorto y con una sonrisa permanente frente al poeta, aprovecha y mete la cuchara, dándose el gustazo de preguntarle: “¿Cómo nos puedes explicar que una ‘Abdicación’ que te lleva a un ‘Presagio’ parece culminar la ‘Negación de la orilla’ con una marcada ‘Ausencia’, hasta levarnos a un ‘Presagio’ en el que “El huerto de palabras milagrosas ya no está?”… Mármol, que está gozando un mundo con sus contertulios, expresa: “La poesía ofrece a su lector, aun sea este su mismo hacedor, la magia, el milagro de recrearse en cada nueva lectura. El significado de un poema es infinito. En ese libro quise, como apuesta poética, también, conjugar la postura mística, si se quiere, o bien, la del acto de pensar, con la postura que refleja los temas de la vida cotidiana, de la vida familiar. El poema “Ausencia” simboliza la vuelta a la infancia, en un barrio de clase media baja de La Vega, donde crecí. Pero se resalta un aspecto de mi niñez: la enfermedad. Sufría de altas fiebres por infecciones de garganta y de oídos. Recordar esos días en cama no solo me hace que recupere imágenes del pasado, sino que también alerta mi memoria olfativa, por los remedios caseros, y también la táctil, por los ensalmos de doña Talita, que ayudaba a espantar los fantasmas de la fiebre con evocaciones míticas y ungüentos, tratando de aliviar también a mi madre, que llegaba a desesperarse y angustiarse. Para un artífice de la palabra, decir o no decir, escribir o no escribir representan siempre un dilema, solo superable con la escritura como acto; es decir, con el poema como concreto de pensamiento y de lenguaje”.
Herminio y Píndaro saben que este precioso tiempo con el poeta y sus lectores está casi al borde de llevarlos a todos a empaparse con un palo de agua – como los famosos aguaceros de Bonao-, que está por caer y, sin perder más tiempo, le inquieren: “¿Por qué en los contenidos del ‘Encuentro con las mismas otredades’, no hay ni una sola coma y, sin embargo, en todos tus otros textos de la publicación, sí son evidentes los signos de puntuación?”… Jochy, que está casi listo para despedirse y regresar a la Capital, les responde: “Violentar los dictados de la gramática, incluso, inventar palabras en base a raíces de verbos o sustantivos al uso; acudir a giros expresivos que implicasen una dificultad de comprensión o interpretación de la frase o la línea del verso para el lector; imponer pausas en la cadencia distintas a las de la prosodia convencional en lengua española, entre otros, eran los desafíos que me trazaba en esos dos libros y en los anteriores. Tampoco existen las mayúsculas. Se subvierte el talante semántico de los signos de puntuación y pasan a unir sintagmas, en vez de separar oraciones. Introduzco conceptos filosóficos a secas para dejar atrás un coloquialismo castrante que imperaba en nuestra poesía. Se trata, en definitiva, de un juego con el lenguaje. Poetizar es crear, inventar. No hay invención sin juego, sin un fundamento lúdico”… Herminio salta de alegría, pues ha logrado motivar a este orgullo nacional de nuestra poesía dominicana a conversar con él y su alter ego, Píndaro…
¡Es el mejor regalo a sus lectores en este fin de semana!