Por: Claudia Rita Abreu
Cuando se está luchando por un cambio cultural, necesario para que tengamos una sociedad más tolerante y sensible ante la diversidad; el uso del idioma importa. Hemos arrastrado una serie de “definiciones y reglas” que históricamente han excluido a las mujeres, como imponer el género masculino en la generalización o universalización, en un grupo o en un total de personas.
Resulta excluyente decir que cuando nos referimos “al hombre”, en sentido general o hasta en textos científicos, se reconoce que ambos sexos están incluidos, y porque así lo defina el diccionario, no significa que sea una buena idea y tampoco que haya que aceptarlo. Eso no es fortuito, pertenece a la cultura patriarcal en la que nos han educado.
Mientras avanzamos en este sentido, hay quienes entonces adoptan una serie de extremismos o inventos que no ayudan a la causa y además se prestan para generar burlas hacia algo tan serio y doloroso como es la exclusión.
Sin embargo, la lengua castellana cuenta con un vocabulario que te permite tener opciones incluyentes sin caer en ciertas ridiculeces que terminan empañando reclamos legítimos sobre la igualdad de derechos sin importar género ni raza.
Por ejemplo, cuando en nuestro uso del lenguaje nos referimos a: la humanidad, las personas y los individuos en un contexto explicativo ya sea a nivel científico o coloquial, somos incluyentes, porque no existe nadie en la especie humana que quede fuera.
Cuando escogemos decir en nuestros discursos: “la ciudadanía”, “el estudiantado o alumnado”, “el personal docente”, “la clase trabajadora”, “la clase empresarial”, entre otros, ¿Quiénes se nos están quedando fuera?.
Personalmente, si escucho a alguien decir “todes” y “nosotres” lo que noto es una intención desesperada y fallida de inclusión, acompañada de falta de creatividad en la selección de las palabras que permitan un lenguaje inclusivo sin llegar a este tipo de soluciones inexistentes e innecesarias.
En estos días veía un video viral de un diputado español, que con razón se quejaba de que escuchaba a una colega del partido opositor decir “portavoza” en vez de “porta voz” , siendo esta una palabra compuesta igual que decir porta moneda, porta vaso, entre otras, mientras que en nuestro país sencillamente usamos la palabra “vocería”, por lo cual, somos voceros o voceras de un partido, comisión o empresa. Lo que intento decir, es que como mujer no me estoy excluyendo si soy una porta voz, pero si tanto les molesta a ciertas personas la terminación en “o”, pues elija otra palabra, como “vocera” en vez de inventarnos cosas que carezcan de sentido.
Si en algo tenemos que estar de acuerdo es que en la especie humana, somos personas, ¿a qué viene la necesidad ahora de ser “personEs”? ¿Acaso alguien transexual, bisexual, lesbiana, homosexual o trasvesti pierde su condición de persona en algún momento? al contrario, la lucha es precisamente porque todas las personas merecen tener derechos y garantías ciudadanas igualitarias.
Pondré como ejemplo este fragmento de un discurso imaginario:
“Reconocer el derecho igualitario de todas las personas, sin discriminación por raza o género en una sociedad moderna es vital. Nos presentamos aquí quienes nos afecta esa decisión, ya sea por nuestra condición de pertenecer a una comunidad históricamente discriminada o por la solidaridad de quienes también se indignan ante la amenaza que tiene nuestro país de convertirse en un Estado que promueva un retroceso contra la tolerancia y la felicidad de los individuos en su deseo de integración y armonía.
Hemos venido a manifestar nuestra lucha legítima y pacífica, e insistir sin cansancio hasta lograr conseguir la garantía de poder vivir en paz, sin temores, y, sobre todo, impedir que se genere una ciudadanía de segunda categoría para las comunidades históricamente excluidas en pleno Siglo XXI.”
¿Quedaría alguna persona excluida en este texto?
Al margen de todo lo expuesto, debo aclarar la importancia de comprender algo que de alguna manera molesta a muchas personas de mentalidad muy conservadora: el lenguaje va cambiando tal como va evolucionando la humanidad. Si leemos textos antiguos nos encontramos palabras y composiciones gramaticales que no utilizamos y que incluso, su uso da origen a imprecisiones, como también, palabras que se escribían usando diferentes consonantes, etc.
Hoy día, como atención a la discapacidad, hay muchos términos que hemos desechado por su característica ofensiva, que a penas hace 25 años aún se usaban en la escritura formal y en discursos, del mismo modo, con el tema racial, aunque nuestro país no es un buen ejemplo, sobre todo en este último aspecto.
En conclusión, el idioma importa e incide mucho en nuestras vidas, el uso insensible o a veces inconsciente de las palabras duele, estereotipa, establece roles desiguales, discrimina y humilla a parte importante de la población, intentando, en casos debidamente identificados, normalizarlo con reglas y normas excluyentes, sin embargo, tenemos herramientas para contrarrestar esta situación sin desvirtuarnos, porque quienes incurren en esa discusión (nosotres, persones, todxs, etc.) pierden terreno y se distraen de la verdadera lucha:
¡La IGUALDAD DE DERECHOS DE TODAS LAS PERSONAS!