En “La Guerra y la Paz”, cuando los húsares del zar trataban de reclutar voluntarios para enfrentar al ejército francés, un paisano les gritó: “Que vayan los ricos a pelear por su patria, los pobres no tenemos patria”.
Aunque por causas diferentes, en este y otros muchos países pareciera que los conceptos de nacionalidad, patriotismo, familia, tradiciones y afines están en seria confrontación con tesis de dudoso valor humanístico.
Muchas de estas ideas “desprejuiciadas” parecen tener raíces en el pos judaísmo, especialmente en el agnosticismo, el ateísmo y el panteísmo moderno, cultivados particularmente por pensadores judíos como Marx, Freud, Espinosa, Fromm y Einstein, en su afán, inocuo en su origen, de defenderse del acoso de las diversas agrupaciones religiosas de Occidente.
Pero por encima de estas ideas suelen estar otros factores con aún mayor capacidad destructiva de valores nacionales y tradicionales: la corrupción administrativa, la degeneración de los valores familiares, y esa fiebre consumista que tiende a disolver todos los sentimientos y actitudes por los cuales la vida merece vivirse.
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Da “grima”, susto y aprehensión tan solo pensar que los haitianos pasan para aquí y para allá nuestra frontera con gran libertad; por el hecho de que muchos militares reciben coima y han hecho de este asunto un vulgar negocio. Peor, todo el mundo lo sabe: autoridades de Migración y los demás; e igualmente, empresarios, clases medias, campesinos. En general, el tema de la Frontera ha sido festinado y mal manejado en casi todas las administraciones, con el o manifiesto de casi contubernio, tácito todos los dominicanos; a pesar de lo orgullosos, patriotas y nacionalistas que decimos ser.
La Rusia de finales del siglo 19 sintió pesadamente la necesidad de liberarse de una larga dominación cultural extranjera, ? y padeció la experiencia de ver que Francia, una nación admirada y amada, se había convertido en su enemiga. Los rusos, entonces, se vieron obligados a reflexionar sobre lo que actualmente para nosotros podría estar implicando la pacífica penetración cultural y económica de naciones amigas; que de hecho suelen carecer de control sobre procesos económicos y culturales que ellos mismos encabezan o desencadenan; y cuyas consecuencias para países pequeños y vecinos a menudo pueden ser catastróficas, cuando menos, cultural y moralmente devastadoras.
Los rusos pudieron librarse de los franceses, pero no así de un socialismo que hizo sucumbir valores importantes de esa nación, y que llevó a que, lo que una vez fuera patrimonio de oligarcas y burgueses, tampoco llegara ser a ser patrimonio de los ciudadanos de a pie.
Los dominicanos parecemos estar de acuerdo en que los haitianos son nuestra más seria amenaza; y nuestro patriotismo se trata únicamente de defensa territorial; al tiempo que dejamos ir lo mejor de nuestras tradiciones identitarias a cambio de espejitos y juguetes y diversiones que solo nos aumentan la vanidad y los hábitos de consumo.
Mientras, nuestros Dios, Patria y Libertad los vamos cediendo a adversarios invisibles, que nos incitan a regodearnos en modas sexuales “desprejuiciadas”, y otras que conducen a la desintegración cultural y espiritual.