Padura pertenece a la generación del 70, formado intelectualmente en la Universidad de La Habana. Durante los años difíciles del régimen castrista supo enfrentar las dificultades que sufrieron los intelectuales y artistas en aquellos años y decidió quedarse y vivir en su querido barrio de Mantilla, donde reside todavía en su modesta casa de dos pisos bautizada con el nombre de su madre Villa Alicia.
Es un hombre alegre, con sentido claro de la realidad y del humor reflejando en su mirada inteligente y aguda un estilo con aire de pícaro sacado de una novela de Gracián .
No puede vivir fuera del ambiente de su barrio en el que escribe y cultiva cuidadosamente guanábanas y limones en su patio.
Nació en 1955, es decir que tenía cuatro años cuando La Habana celebraba el inicio de la Revolución, aspecto interesante que puede caracterizar a un autor que creció dentro de todos los acontecimientos políticos, sociales y culturales que fueron definiendo las evoluciones de la Revolución, sus encantos y desencantos, sus triunfos y errores. El escritor mantiene un lazo umbilical profundo y difícil de cortar con su tierra progenitora.
Padura ocupa un espacio con pensamiento independiente y libre, contribuyendo al florecimiento de la literatura latinoamericana con aportes significativos en el ensayo como en la escritura de guiones cinematográficos. El conjunto de su tetralogía que evidencia el personaje de Mario Conde, su “alter ego”, según definen muchos críticos y lectores, sobre su emblemático comisario, con rostro humano, nos permite penetrar todos los silencios y ocultaciones de los señalados y perseguidos por el régimen, con una sutileza y una estrategia fina de la prevalencia de la literatura como instrumento de revelación humana. Padura tiene el arte de imponer su narratología como materia prima de la verdad y de la transparencia, sin caer en el recurso fácil del panfleto, es una obra reveladora de contextos humanos síquicos y sociales, al leerlo sentimos que Cuba en sí es una novela, y él más que ninguno tiene el arte de escribirla.
Parece que no descansa, cada obra es un reto, un desafío. Con su novela “El hombre que amaba a los perros”, se atrevió a retomar la figura del profeta de la Revolución permanente, León Trotsky, persona “non grata” del castrismo cuyas autoridades acogieron a su asesino…
Iván, personaje clave de la novela, veterinario que pretende ser escritor, en el 2004, a la muerte de su mujer, se pone a recordar sus encuentros con un personaje solitario que paseaba con sus dos perros, dos galgos por la playa, y gracias a las confidencias del misterioso, solitario y emblemático hombre que en 1977 conoce paseando sus perros, surge la figura de Trotsky y de su célebre asesino Ramón Mercader.
Desde el destierro impuesto por Stalin a Trotski en 1929, y desde la infancia de su asesino Mercader en Barcelona, Padura, como un arquitecto de la Historia, amarra las vidas de ambos entrelazándolas hasta confluir en México. Ambas historias completan su sentido cuando sobre ellas proyecta Iván sus avatares vitales e intelectuales en la Cuba contemporánea y su destructiva relación con el hombre que amaba a los perros.
La novela evidencia la figura de Stalin con un verbo crítico que maneja un doble sentido o intertextualidad que podría asociarse a una crítica hacia los años duramente represivos del castrismo…Todo aquello, concluía Smirnov, tenía lugar bajo una política de terror que había cerrado por igual la boca al obrero y al científico inminente; un terror convertido no en temerosa obediencia, sino en la más espectacular transformación social de la historia humana…
“El hombre que amaba a los perros” es de trascendencia histórica y evidencia las investigaciones minuciosas de un escritor que estudió los hechos como un comisario de espionaje y que asocia la mística de la ficción con las claves de la realidad sin tapujos con un coraje y una valentía que le dio el mayor éxito literario.
Su duende es universal y cubano, no puede mantenerse lejos del barroquismo ni del sincretismo de su isla, lo que hemos medido con la lectura de Herejes, pues nos lleva a Ámsterdam, y nos transporta hacia las persecuciones antisemitas de Polonia, para encontrar los orígenes de un retrato pintado por Rembrandt, que perteneció a los padres de Daniel Kaminsky quienes se radicaron en La Habana. Gracias a este tesoro escondido y de larga historia que ocurre en 1939, en el buque Saint Louis novecientos judíos huyeron de Alemania, y se mantuvieron en las aguas de La Habana, a la espera de que se autorizara el desembarco. Finalmente, es imposible evitar el referente a Carpentier en “El siglo de las luces” con el cuadro del incendio de la catedral…
La moneda de intercambio de esta novela es la famosa obra de Rembrandt que suscita uno de los descendientes que llegaron a La Habana en el buque, antes de emigrar a la Florida. La segunda parte es apasionante en la descripción del joven judío sefardita, aprendiz en el taller de Rembrandt, gracias a sus ocurrencias y soluciones alucinantes. En la tercera parte, Padura nos lleva a reencontrarnos con su detective Mario Conde… Una manera de volver hacia su propio mundo literario y salirse del siglo XVII. Sus complejidades pueden atrapar una escritura barroca que fue de otros, la salida temporal la leemos como un manifiesto literario propio.
El mundo de Padura es de hoy. Su escritura lleva el ritmo de la fuerza de un gran comunicador que activa sus historias sin excesos de estilística, porque así es Leonardo Padura, natural, juguetón y atrevido, libre en sí, imprescindible en el futuro de la literatura latinoamericana.
Así como no hay Louisiana sin Faulkner, no hay Cuba sin Padura, ni Padura sin Cuba. La totalidad de su obra novelística es una manera de entrar y penetrar en la Cuba callada de los intelectuales, de los artistas, de los marginados por sus identidades propias de personajes siempre a la periferia del discurso político oficialista.
Con una destreza literaria tan propia no se necesita el recurso panfletario, basta con leer a Padura para comprender y conocer más a Cuba, de la gente, del ciudadano, del barrio, del bohemio, del alternativo, del son, de la trova, del cubano ciudadano del siglo XXI, los que aplaudieron y recibieron al Papa Francisco, envueltos hoy como en todos los países del mundo en las problemáticas globales y existenciales.
Invitamos a escucharlo, ya que lo tenemos en nuestra FIL Santo Domingo, 2017. Hoy 22 de abril estará activo firmando sus libros. No se lo pierdan, será un posible Nobel, si la Academia mantiene su norte literario. Permítanse el lujo de disfrutar de sus alegres barbas, su sonrisa y ese “no sé qué” que tienen la mayoría de los cubanos, con pensamiento libre y crítico.