El titular es tan revelador como deprimente. Nuestro liderazgo político es tozudamente resistente a los cambios, aun se trate de un asunto de forma. Un político del nivel de Leonel Fernández parece no comprender el impacto desfavorable que para su imagen, en este tiempo de dominio de las redes sociales, tienen estos gestos denigrantes que solo revelan el atraso político que detiene las posibilidades de desarrollo que están al alcance de nuestro pueblo.
Un político que se precise moderno no debe asociar su imagen a esa bochornosa e indignante repartición de migajas. Un político que se precie de moderno debe asociar su imagen a iniciativas que apunten a soluciones colectivas y sostenibles, al fortalecimiento institucional, a una mejor distribución de las riquezas y a inversiones para el desarrollo de los menos favorecidos.
La repartición de cajas cara a cara solo se puede explicar por esa necesidad que tienen algunos políticos de sentirse providenciales, aunque sea por un momento. Porque no se puede creer que la motivación de repartir cajitas cara a cara provoque algún grado de sensibilidad en estos políticos para luego plantear soluciones de más alcance, más justas y más humanas. Todo lo contrario, esta es la manera de exacerbar las miserias de la gente con la pretensión de sacar capital político de la misma.
La realidad es que las cajitas son paliativos para aliviar de forma momentánea una necesidad de ocasión, pero a menos que sean para responder emergencia, en caso de desastres imprevistos, constituyen una vergüenza para quien se toma la tarea de repartirlas, y peor para quien pretende sacar capital político de este lamentable estado de postración y miseria que vive la gente de clase baja.
Es difícil conciliar la imagen de alguien que, como Leonel Fernández, gusta de las tribunas internacionales para para proponer grandes soluciones mundiales, y en su país, presta su imagen a esta degradante práctica de dar personalmente una caja de comestibles con un contenido tan magro que rebaja a sus destinatarios, que por su propia desesperación forman virulentos molotes que son los reflejos patéticos de su estado de abandono y miseria.
Pero lo lamentable de esto es ver cómo un político con posición y vigencia no logra asimilar lo dañino de esta práctica. Cómo es que no entiende que esas no son las soluciones para hacer avanzar a un pueblo. Cómo es que no entiende que con asociarse a esas prácticas está mandando el mensaje de que aún cree que seguirá siendo un político exitoso, porque el pueblo seguirá siendo un corral de borregos a su merced.
Estos políticos como Leonel ni siquiera nos dan la esperanza de un cambio de forma, aunque sea para hacernos creer que han aprendido de sus errores.