Urge diseñar una política para garantizar la seguridad hídrica de toda la isla
El río Dajabón o Masacre ha evidenciado lo que todos sabíamos o sospechábamos: el agua, un bien escaso e imprescindible se está agotando y cada día disponemos de menor cantidad y calidad de la sustancia que sostiene la vida y el equilibrio funcional de todos los ecosistemas del planeta.
Dicen los especialistas que en nuestra isla la entrada y circulación de agua depende de los agredidos y degradados sistemas montañosos.
Se refieren, entre otras muchas intervenciones, a la eliminación de los bosques de altura y su sustitución por plantaciones comerciales, al avance de la ganadería extensiva hacia las zonas cordilleranas, al apogeo de aserraderos y cortes indiscriminados de árboles nativos, a la erosión genética y la pérdida de la diversidad de la flora nativa y endémica, a la presencia cada vez mayor de especies invasoras introducidas de manera impertinente por el propio Estado y/o por productores y “emprendedores” forestales, a la eliminación del bosque ribereño o de galería, para solo mencionar algunas de las más notorias.
El Masacre sufre, además de todas las injurias en su parte alta, de extracción masiva e indiscriminada de agregados, la recepción de los residuos sólidos, las aguas residuales y los lodos cloacales de todas las comunidades ubicadas en sus cuencas media y baja en ambos lados de la frontera, además de demandas para riego y acueductos que superan con creces sus caudales.
El nacimiento del Masacre y casi todos sus afluentes, igual que la mayoría de los ríos transfronterizos, se encuentra en concesiones o bajo solicitud de concesiones mineras.
La crisis diplomática generada por la construcción de un canal que pretende derivar un volumen significativo de agua del río Masacre ha servido para concentrar la mirada de todo el país sobre una catástrofe anunciada y que muchos creían todavía lejana y ajena.
Urge diseñar una política para garantizar la seguridad hídrica de toda la isla, para lograrlo hay que garantizar que las zonas de captación de agua sean restauradas y preservadas.
La República Dominicana debe desarrollar una proactiva diplomacia de las aguas para obtener compensación de la comunidad internacional por los aportes de agua a nuestro hermano país vecino.
Artibonito, Libón, Macasías, Pedernales y Masacre son parte de ese aporte que requiere un compromiso financiero real por parte de los organismos multilaterales de cooperación y de aquellos países que tienen una deuda histórica con Haití por haber sido corresponsables de su degradación y pobreza a través del saqueo de sus recursos, la imposición de condiciones onerosas para su independencia y el apoyo abierto a las sangrientas dictaduras que lo han gobernado.
La mesa técnica creada para estudiar y proponer salidas al conflicto en torno al río Masacre debe realizar todos los estudios técnicos necesarios para poner en manos de la diplomacia instrumentos pertinentes bien ponderados que permitan arribar a acuerdos.
La bravuconería, la altisonancia y la cerrazón solo sirven a quienes estimulan el odio para lograr sus propios fines y azuzan confrontaciones para desviar la atención de sus crisis internas o lograr apoyos blandiendo posiciones que en nada contribuyen a la necesaria solución de los gravísimos y urgentes problemas ambientales, económicos, sociales y políticos en ambas naciones.