Los países latinoamericanos tienen la desgracia de que los funcionarios de los gobiernos que los dirigen operan bajo el concepto que algunos estudiosos han denominado como mentalidad del subdesarrollo, que consiste en dimensionar de modo descomunal cualquier detalle que le permita mostrar a los demás que están haciendo su trabajo.
Por esta visión, en la República Dominicana, los gobernantes y los funcionarios del Estado gastan excesivas sumas en publicitar lo que hacen con intención de que el Presidente y el pueblo crean que cumplen las metas que el mandatario ha trazado y al mismo tiempo sacar provecho político y proselitista.
Los presidentes, el que está y los que vendrán, y quienes los acompañen tienen que entender su equivocación: gastar millones de pesos de los contribuyentes en publicitar lo que deben hacer en las instituciones, ministerios, direcciones, ayuntamientos y cementerios es utilizar incorrectamente los aportes ciudadanos que necesitan ser invertidos en obras necesarias para el desarrollo del país.
Consumir una significativa parte de los fondos asignados en celebración y difusión de los logros institucionales es promoverse afectando el cumplimiento real de compromisos y traicionando la confianza que el pueblo ha depositado en quienes lo dirigen.
Gastar bien, más que una consigna propagandística, debe ser un compromiso con la pertinencia y la eficiencia del gasto público.
¡Así sea!