En este país la ciudadanía no sale del asombro por una mentira, un crimen, un abuso, una farsa, una insolencia, una injusticia, una hipocresía, sin que los autores de esas tropelías paguen las consecuencias, salvo que la víctima sea importante, adinerada o un medio de comunicación se interese y lo haga trascender.
En los últimos años la capacidad de reacción de los dominicanos ha sido desafiada con la ocurrencia de tantos acontecimientos perversos y degradantes.
Una característica de nuestro pueblo es restarles gravedad a las faltas sociales o un “bajadero” para disculpar a los infractores.
Actualmente la Justicia tiene en sus manos el conocimiento de varios casos cuyos autores, en sus acciones impúdicas, han merecido algunas de las palabras señaladas en la entrada de esta columna, causando el asombro de todos y todas.
Asombran los casos de corrupción administrativa, de la Odebrecht, de la compra de los aviones Tucano, los escándalos de las Torres Atiemar, la quiebra de Baninter, la depredación del Estado en el Gobierno del expresidente Danilo Medina, las cancelaciones de recientes funcionarios del Gobierno actual acusados de malversación, el desistimiento de Santa, atropellada por el abusador de Baní, que ha dejado boca abierta a medio mundo.
Del asombro al hartazgo solo media la capacidad de aguante de una ciudadanía digna de mejor suerte, de mejores políticos y merecedora de instituciones funcionales y pulcras.
¡Así sea!