Todos los seres viven de su entorno y son parte de ese entorno. Garantizar que la vida siga existiendo es la responsabilidad ética y el mayor compromiso existencial. La capacidad de transformar los componentes de la naturaleza para mejorar las condiciones de vida ha conllevado también al deterioro y agotamiento de recursos y en consecuencia ha puesto en riesgo la vida en el planeta. La convivencia humana y su relación con la vida en todas sus formas, con los recursos que la sostienen y los parámetros que la condicionan es garantizada a través de las leyes y normas ambientales y es responsabilidad del Ministerio de Medio Ambiente.
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El ámbito de responsabilidad del ministerio alcanza todas las actividades económicas, los espacios sociales e incluso la cotidianidad de familias e individuos. Las regulaciones ambientales norman, por tanto, todos los intereses y ajustan el legítimo afán de enriquecimiento a las capacidades y fragilidades de los sistemas naturales que serán alterados. La fragilidad propia de cada ecosistema es el límite natural de la ambición humana. Producir riquezas, ampliar el capital, acumular y competir por apropiarse de recursos comunes se constituyen en obsesión patológica que pone en peligro el bien común, el desarrollo humano, la calidad de hábitats y el balance de los ecosistemas.
Lograr que las instancias que tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes sean proactivas y eficaces es una obligación ineludible de los poderes públicos y facticos y de toda la sociedad dominicana, pésele a quien le pese y afecte a quien afecte.