Viajando a través del ciberespacio la desinformación se esparce como pólvora por el globo terráqueo cuyos habitantes con creencias, culturas y pensamientos disímiles han encendido el fuego de la disputa y el enfrentamiento por causas que cada quien defiende, condena o rechaza.
A medida que la Internet y las redes tecnológicas se han masificado y se dispone de múltiples formas, modos y medios de comunicación, en esa misma medida el entendimiento y la comprensión entre las personas se ha complicado y distorsionado.
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Las posibilidades de la gente entenderse en estos tiempos es casi imposible por el predominio de las noticias falsas o sesgadas, en que la tecnología induce al individuo a reaccionar y opinar no sobre los hechos que pasan en la sociedad, la política, la economía o sus propias circunstancias familiares y personales, sino sobre una realidad construida, interpretada y difundida a través de las redes sociales.
En todo el mundo y particularmente en países como el nuestro la desinformación exacerba los ánimos de los individuos criados en ambientes inhóspitos y su contacto con el mundo son las redes y su falsa construcción de la realidad y un entorno concreto y cotidiano, dolorosamente real, hostil y sin perspectivas del que pueden escapar solo a través de la negación absoluta, que ofrece salidas hacia ninguna parte desde conductas de evasión y consumo patológico de la “verdad” construida por las drogas, la violencia y la autodestrucción.
¡Aquellos polvos contribuyeron a forjar estos lodos!