En torno al río Masacre existen ficciones, espejismos y verdades que es pertinente abordar: como todo río, su cuenca está definida por la sumatoria de todas las cuencas de sus afluentes en cada lado de la frontera y su caudal determinado por el aporte de cada subcuenca.
El aporte más importante a su caudal proviene del lado dominicano, aunque la cuenca de nuestro lado es ligeramente más pequeña. El carácter binacional del río y el derecho al uso compartido de sus aguas está fuera de discusión, lo que no puede permitirse es ninguna acción que conduzca a una catástrofe ambiental, económica y social. Las demandas existentes superan los caudales disponibles. Los promedios hidrológicos del río son un espejismo ya que ocultan que la mayor parte del tiempo hay muy poca agua y en ocasiones ocurren crecidas extraordinarias que impiden su aprovechamiento.
Existen muy serios indicadores de deterioro de Laguna Saladilla y del sistema de humedales de Montecristi que serán agravados si se disminuye el caudal afluente por extracciones no ponderadas.
Agua escasa y necesidades abundantes obligan a estrategias conjuntas, a crear mesas técnicas permanentes y a esfuerzos diplomáticos extraordinarios que permitan sanear y restaurar las deterioradas zonas de captación; regular y optimizar las tomas para acueductos y riego; presurizar los sistemas de riego e introducir cultivos menos demandantes de agua y, sobre todo, construir un enorme dique que retenga el odio y las provocaciones que inundan el ánimo de pobladores en ambos lados de la frontera.