El gobierno consiguió reintegrar el país en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a lo mejor para recibir directamente las denuncias de maltrato y las quejas por discriminación, no solo de los vecinos, sino de los propios criollos vejados por ser negros, pobres y marginados.
El pueblo dominicano es mayoritariamente mulato y negro, de pelo crespo y pobre, aunque una gran parte de los más de 11 millones no admita su negritud e insista en creer que es de etnia blanca o “india”, a todos haría bien ser conscientes de las características singulares de los pobladores del Caribe.
Quienes niegan el racismo que sesga la sociedad, reiteradamente escuchan de víctimas netamente criollas, afectadas y maltratadas a causa de esa errática creencia. Ese perjuicio da lugar a situaciones como las ocurridas a la señora Cristina Martínez y a Aneudy Marino Alfonso con su esposa y sus hijos, “repatriados” hacia Haití recientemente.
La hipocresía con la que la sociedad se comporta con sus propios conciudadanos, negando el racismo acomodado cultivado históricamente, la obnubila e imposibilita para dilucidar con claridad y justicia estos hechos.
El prejuicio de los haitianos y los dominicanos aleja la posibilidad del entendimiento ante cualquier impasse, como el ocasionado con el canal en el río Dajabón o masacre, donde grupos de lado y lado estimulan el odio, la negación del otro y el conflicto.