Hablar de reformas económicas es ponerle los pelos de punta a la población que ha resultado traumatizada cada vez que los organismos internacionales han impuesto a los gobiernos medidas que solo afectan los magros salarios de los trabajadores, producen alzas de los productos primera necesidad, las medicinas, la educación, los combustibles, el transporte, los servicios y disminuye derechos sociales, en fin, todo lo que implica el desenvolvimiento y la calidad de vida.
Esta vez, contrario a los anuncios anteriores, las reformas han sido planteadas por el propio presidente Luis Abinader, como si las medidas que plantea aplicar fuesen resultado de su experiencia bregando por encontrar como hacer que los recursos permitan acotejar la carga distribuyendo su peso equitativa y racionalmente entre quienes la llevan y no recetas impuestas desde fuera.
Quiera el Altísimo que la reforma fiscal no sea “paquetazo”; la reforma laboral no sean mayores impuestos, perdida de derechos para los trabajadores; la reforma constitucional no sea un traje para intereses espurios y que la razón que motive al mandatario sea realmente soluciones adecuadas para afrontar de modo exitoso las dificultades de la nación.
Ciudadanos, expertos, empresarios y políticos de todos los sectores han empezado a opinar y demandar información precisa sobre las intenciones del presidente Abinader con las anunciadas reformas. Los trabajadores deben abrir y defender con uñas dientes los derechos laborales conquistados con grandes luchas que costaron incluso la vida de muchos.