Con este artículo finalizo la serie sobre los pormenores de mi larga estancia de investigación en España; días en los que he estado en Madrid, Sevilla, Barcelona; y, gracias a que estaba al otro lado del océano Atlántico, fui invitada a abrir los “Diálogos Iberoamericanos” del Instituto Cervantes en Viena, gracias al gran activismo de la embajadora Laura Faxas.
Durante mi corto viaje a Viena, me exigieron, además de los carnés, los certificados que indicaban que estaba vacunada, una PCR reciente. Otro elemento que me llamó la atención es que, en cada restaurante, tienda o cualquier lugar, me exigían presentar la tarjeta de vacunación.
Escribo estas reflexiones a propósito de las voces disidentes en nuestro país y muy especialmente en el mundo occidental, con respecto a la presentación obligatoria de los carnés de vacunación en lugares de recreación y centros de trabajo.
El planteamiento de los que se oponen a la medida PORQUE ES UN ATENTADO AL PRINCIPIO DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL, es incorrecto e inhumano. Los que abogan por este principio han organizado incluso manifestaciones defendiendo que es una decisión individual el vacunarse o no. Por tanto, NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE, puede exigirles un carné para circular en la sociedad.
Soy defensora de la libertad, como principio y como fin. Abogo por el derecho a la disidencia; y que se respeten las opiniones diferentes y contrarias a lo que piensa la mayoría. Pero, cuando se trata de pandemia, de una crisis sanitaria mundial, el bien común está por encima de mis opciones individuales.
Como ya escribí hace más de tres meses, nuestra familia enterró en medio del llanto y el dolor a nuestro amado hermano, esposo y padre Ping Jan Adriano, producto del COVID. Estaba vacunado, pero su sistema inmunológico estaba comprometido y por eso la vacuna no tuvo el efecto esperado. Vivimos y sufrimos lo que significa tener a un ser amado aislado y sufriendo solo los embates de una enfermedad maldita que ha dejado a miles de familias ahogadas en el dolor y el llanto.
Abogar por el bien común no atenta contra la libertad, al contrario, la preserva. ¿Con qué derecho puedo hablar de libertad si soy una persona con todas las condiciones para contagiar a otras y privarlas no solo de ser libres, sino y sobre todo de la vida? ¿Qué derecho tengo yo, como persona individual que aboga por la libertad absoluta como principio, si con ello soy capaz de poner en peligro a otras personas? ¿Hasta dónde puede llegar la libertad individual, cuál es su límite?
Creo, y aquí no quiero decir lo que planteaban los marxistas de que el todo es más importante que las partes, que el bien común, la seguridad de los demás está por encima de todo y de todos. Esta pandemia ha puesto en jaque al mundo entero: a los países ricos y a los pobres; a los mal llamados socialistas; a los que tienen dictaduras (en África); a los que son caóticos (como Haití y Cuba, por ejemplo); a los populistas rabiosos y testarudos (como México); a los de derecha irracionales (como Brasil); a los olvidados de la vida (como algunos países asiáticos y africanos); en fin, toda la faz de esta tierra.
La libertad individual se detiene cuando afecta al otro de manera directa. La libertad individual no puede, no debe, no tiene por qué, afectar a los otros, al prójimo, a los que están cerca y a los que están lejos. Hago un llamado a la racionalidad, un llamado por el bien de todos. Declaro públicamente mi desacuerdo con la declaración pública de la Fuerza Nacional Progresista, quienes expresaron pública y enérgicamente la desaprobación del Ministerio de Salud Pública y Asistencia social en su Resolución 00048, porque, aseguran contraviene flagrantemente la Constitución de la República. Aseguran que la resolución “afecta de modo severo, en forma injustificada e irrazonable, derechos y libertades fundamentales del pueblo dominicano, dando un giro radical a la política inicial del Gobierno dominicano, que expresamente enfatizó que los procesos de vacunación tendrían carácter voluntario”. Esa interpretación de la libertad individual es contraria a lo que ellos dicen defender. Lo siento mi querido Pelegrín.
Finalizo este Encuentro con unas reflexiones del joven estudiante colombiano Manuel Andrés Figueroa, quien hizo una interesantísima tesis para la universidad Javeriana de Colombia sobre “El concepto de libertad en la filosofía de John Dewey”.
“Desde los inicios de la filosofía se ha creído y cultivado el sentimiento de que poder elegir es ser libre y que un hombre privado de esta posibilidad es una marioneta que no puede contemplar sus acciones como propias. Es en otras palabras, un medio pasivo a través del cual operan entes externos al individuo.
En este sentido bien podríamos recordar a Platón que en uno de los pasajes de La República nos indica cómo la capacidad de elegir implica también la responsabilidad que es, (…) otra de las temáticas constantes a las que se vería estrechamente vinculada la construcción de la noción de libertad en la historia de la filosofía. (…) Así pues, dentro del conjunto de las primeras reflexiones filosóficas sobre la libertad Dewey identificó algunas temáticas constantemente tratadas y estrechamente vinculadas a dicho tema; cuestiones como la de la responsabilidad y la elección fueron estudiadas como parte importante a la hora de entender qué es la libertad”.
Así pues, la libertad individual no puede, no debe, ser dañina para el resto de la sociedad que lo ha hecho libre con capacidad de elegir. Ser partidario del YO individual, aunque esto implica afectar al YO colectivo, no es ser libre, es pura y sencillamente egoísmo, nada más y nada menos.
EL CONCEPTO DE LIBERTAD EN LA FILOSOFÍA (javeriana.edu.co).