La Ciudad Colonial, sembrada de exposiciones como nunca, es un paseo para los amantes del arte
Esta semana de marzo convirtió a Santo Domingo en una constelación de arte. Unas diez exposiciones se abrieron al filo de cuatro días: la Ciudad Colonial fue, noche tras noche, cita de la creación visual, y el público –prácticamente el mismo de siempre – se preguntaba adónde comenzar y terminar, cómo elegir las muestras más atractivas, sí la actualidad dominaba el escenario y, aun más, sí iban a seguir las buenas sorpresas.
La respuesta se hizo positiva: hace tiempo que, aquí, el arte contemporáneo no se manifestaba con tanto brillo y brío… Esperamos que continúe ese movimiento actualizador -el cual se extendió a otros puntos citadinos-, pero que sea a un ritmo menor, entonces accesible a más ansiosos de ver.
“El libro de imágenes” encabezó este período excepcional, estrenando un local inmaculado, dos plantas y una tercera de encuentro a cielo abierto, demostrando que la contemporaneidad todavía puede seducir, con dibujo, pintura y escultura.
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Un libro y tres capítulos
“El libro de imágenes” es una fórmula expositiva seductora, en su ubicación, su montaje a la vez claro e informal, su trío de artistas que suman a Francia y República Dominicana.
Beatrice Escoffier, José García Cordero, Dominique Rousserie animan una colectiva, pertinente e inesperada a la vez, que aspira a la contemplación individual y a una impresión de conjunto.
Ha sido un real placer encontrar a Béatrice Escoffier, excelente artista y esposa de José García Cordero. ¡Cuánto agradaría una individual de ella, un paréntesis tridimensional en medio de nuestra escasez y ausencia de la figuración escultórica!
Ella presenta piezas pequeñas y pocas, pero que llaman inmediatamente atención e interés con un mundo propio.
Su escultura, técnicamente admirable, aúna frescor, humor y ternura, que sea en infantes acurrucados en el caracol, fornidos caballos o un perrito feroz inolvidable.
Original y sobre todo en nuestro medio, Béatrice convence y seduce. Anhelamos decirle :¡hasta pronto!
De José García Cordero, maestro indiscutible de la plástica y de la fotografía, ejemplo de trabajo, éxito y creatividad, tal vez conocíamos algunas obras –paisajes angustiantes y autorretratos rechinantes -. No obstante, siempre es placer reencontrarse con los testimonios de la tradición – paisaje, bodegón, retratos – y de la contemporaneidad … como nadie entre nosotros la maneja –
¡Y cuánto oficio que fluye al compás de la pincelada, el pigmento, la textura sensible!
Ahora bien, nos encantó descubrir un paisaje embriagador, sinfonía de verdes, iluminación, ritmo, entusiasmo cromático. Una sorpresa fascinante en un García Cordero que ha sido el primero en advertirnos de los desastres de la tierra, víctima del hombre.
El compromiso jamás falta en su pintura… y , hoy, en dos de las pinturas, encontramos un cierto misticismo.
Dominique Rousserie, si es su primera exposición en Santo Domingo, ya conocía bien nuestro país y su historia, en busca de huellas espirituales. Es casi una obsesión del artista que ha recorrido el mundo, persiguiendo el chamanismo y la autenticidad de la fe. Su obra, diversa y voluntariamente agresiva para defender a los agredidos, tiene aquí solamente una representación relativa.
Recordaremos las dos grandes pinturas, que a la vez demuestran su dominio del dibujo –también expuesto en una serie de pequeños formatos-, y la belleza del color, vivaz o voluntariamente apagado. El mensaje nunca falta, un tributo intelectual y sensorial a la naturaleza –humana en primer lugar-. Nos complació volver a encontrar a Cecilia Armitano en breves ensayos del catálogo.
Felicitamos a Frank Pimentel por su curaduría, y también a Thelonius Cordero por su juego e improvisación, la noche inaugural: ¡la música y las artes visuales son hermanas!