No deja de sorprendernos cuando nos encontramos con empresas donde todavía se hace básicamente todo lo que pide el “jefe”. Donde se toman las decisiones con incuestionable autoridad y los empleados están obligados hacerlas.
Para tratar de entender el porqué de esto fenómeno, tenemos que entender que arrastramos una cultura aprendida que viene probablemente desde los tiempos de los primeros imperios, la edad media o las dictaduras. Donde se hacía todo lo que ordenaba el emperador, rey o caudillo sin ningún cuestionamiento.
En este tipo de jerarquías, las decisiones están siempre orientadas desde el tope superior hacia abajo y únicamente en esa dirección.
En la actualidad las organizaciones necesitan estructuras horizontales. Donde cada integrante del equipo según su experticia, tiene la capacidad para tomar decisiones en su área. Llevando a cabo la visión y políticas de la empresa. Manteniendo el intercambio horizontal con los demás miembros.
En este tipo de liderazgo los miembros del equipo no temen a sus líderes. Sino que se sienten en un ambiente de trabajo seguro. Donde se realizan las tareas no por el temor a perder su trabajo, si no por el compromiso y la entrega a la visión que le transmite el liderazgo.
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El liderazgo horizontal es una elección, no puede ser un rango adquirido. Se crea un ambiente donde se logra que los demás se sientan confiados, colocando a su equipo antes que los intereses personales.
Por eso cuando vemos personas que siguen de manera completa y sin reservas a un líder y le preguntamos por qué lo hacen, la respuesta que encontramos es porque se sienten seguros de que él haría lo mismo.
Decía Martín Luther King en sus discursos dirigiéndose a los líderes: “La más persistente y urgente pregunta es ¿Qué estás haciendo por los demás?”