En los últimos años, el cuento no solo se ha mantenido como uno de los géneros más cultivados, sino que expande el radio de su diversidad temática. El futuro parece prometedor; sin embargo, un cuento, como una golondrina, no hace verano. Y la tradición que los jóvenes encuentran es un valladar difícil de superar. Rey Emmanuel Andújar ha sido recientemente seleccionado como uno de los 25 autores más importantes del momento, según la famosa revista inglesa GUILD. En Puerto Rico, Eugenio García Cuevas ha publicado un libro promisorio, (Sujetos y predicados, el hijo de la mujer y diez cuentos más, 2008) lo mismo ha de decirse de Daniel Barut Espinal, que ganó un premio internacional con el libro Poner la mano en el fuego, 2007. Autores como Osiris Vallejo (Cicatriz, 2006) y Rubén Sánchez también se encuentran en el camino de perfilar una nueva etapa de la narrativa breve dominicana en ultramar.
En el país se destacan muchos jóvenes que habrán de darle al género las vueltas que el tiempo da a todas las cosas. Baste por ahora mencionar a dos autores que, con aciertos y constancia, se dedican a la narrativa breve: Nan Chevalier (La última señal) y Fari Rosario (El coleccionista, 2008), creadores con muchas posibilidades expresivas e inventos de inusuales escenarios. No existe la menor duda de que otros autores se deben incluir, pues una valoración siempre es provisional, pienso sobre todo en un escritor que tiene potencial y voz propia, pero que no ha logrado el reconocimiento, como Justiniano Estévez Aristy.
En fin, seleccionar la flor de la escritura cuentística dominicana no es un ejercicio fútil; pretendemos sacar el grano de la paja, decantar y poner en perspectiva obras que, cual horizonte de significación, nos permitan evaluar y sintetizar más de cien años de escritura de narrativa breve en Santo Domingo.
Al regreso del exilio, luego del ajusticiamiento del tirano Trujillo, ya Juan Bosch era un maestro del cuento. Los escritores dominicanos sólo pudieron conocer parcialmente sus libros, pues durante el interregno de veintisiete años no hubo en el país ediciones de sus obras. Cuando los jóvenes escritores encontraron a ese clásico, la literatura hispanoamericana había cambiado y los modelos y las preocupaciones fueron otros. Sin embargo, Bosch sirvió de orientador y participó como jurado del concurso de cuentos de La Máscara, que le dio un empuje aún no estudiado a la producción cuentística dominicana. Los jóvenes que estuvieron más cerca de Bosch: Iván García, Miguel Alfonseca (El enemigo, 1974), René Del Risco y Bermúdez (Cuentos y poesía completos, 1981), entre otros, realizaron una obra cuentística distinta a la de Bosch, muy influidos por el Boom latinoamericano. Enriquillo Sánchez, quien era el benjamín de la promoción, publicó cuentos en periódicos y revistas que fueron editados tardíamente en Rayada de pez como la noche: cuentos completos, 2006).
Un canon del cuento está en proceso, tanto en las selecciones publicadas en las variadas antologías que se publican como en los estudios académicos y las recensiones periodísticas. Si tomamos en cuenta los valores lingüísticos, estéticos y los valores de representación: sociales y culturales; así como la lectura y el reconocimiento de los lectores, tendríamos que el canon del cuento dominicano debería comenzar con los cuentos de Juan Bosch y José Alcántara Almánzar:
1. “El indio Manuel Sicuri”; 2. “La muchacha de La Guaira”; 3. “El hombre que lloró”; 4. “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, (todo de La muchacha de La Guaira, 1955); 5. “La mujer” (de Camino Real, 1933); 6. “Luis Pie” (de Ocho cuentos, 1947); 7. “Dos pesos de agua”, (de Dos pesos de agua, 1941); 8. “Hacia el puerto de origen” (de La muchacha de La Guaira, 1955); 9. “La mancha indeleble”, (de La muchacha de La Guaira, 1955); 10. “La bella alma de don Damián”, (de La muchacha de La Guaira, 1955. De Alcántara Almánzar y de su libro Viaje al otro mundo (1973) seleccionamos “La muchacha que conocí en Guadeloupe” y “Rumbo al mar”; de Callejón sin salida (1975), “La insólita Irene”; de Testimonios y profanaciones (1978), “El laberinto revisitado visitado” y “Con papá en casa de madame Sophie” de Las máscaras de la seducción (1983), del que he seleccionado tres cuentos: “Lulú o la metamorfosis”, “Ruidos” y “Él y ella al final de una tarde”. Con La carne estremecida (1989), selecciono los cuentos: “El zurdo”, “La obsesión de Eva” y “Rumbo al mar”.
De los cuentos publicados por otros autores apostaremos a un canon cuyo estudio debería hacerse a partir de los siguientes autores y textos, comenzando con Juan Bosch:
1. “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”; 2. “Luis Pie”; 3. “La mujer”; 4. “Dos pesos de agua”; y 5. “El indio Manuel Sicuri”. 6. Ramón Marrero Aristy: “En busca de enganche”; 7. Julio Vega Batlle: “El tren no expreso”; 8. Marcio Veloz Maggiolo: “La fértil agonía del amor”; 9. José Rijo: “Chito”; 10. Hilma Contreras: “La ventana”; 11. Néstor Caro: “Un hombre llamado Sándalo”; 12. Ramón Lacay Polanco: “La diabla del mar”; 13. Ángel Rafael Lamarche: “El día en que Di subió al tren”; 14. J. M. Sanz Lajara: “El candado”; 15. J. M. Sanz Lajara: “Curiosidad”; 16. Armando Almánzar: “El gato”; 17. Diógenes Valdez: “El silencio del caracol” 18. René del Risco Bermúdez: “Ahora que vuelvo Ton”; 19. Miguel Alfonseca: “Delicatessen”; 20. Pedro Peix: “Los hitos”; 21. José Alcántara Almánzar: “Ella y él al final de la tarde”; 22. José Alcántara Almánzar: “Ruidos”; 23. René Rodríguez Soriano: “Su nombre, Julia”; 24. René Rodríguez Soriano: “Laura baila solo para mí”; 25. Manuel Rueda: “Una artista de pueblo”; 26. Virgilio Díaz Grullón: “Círculo”; 27. Roberto Marcallé Abreu: “Tercer y último encuentro con el hombre del sombrero gris” 28.Ángela Hernández, “Masticar una rosa” 29. Manuel García Cartagena, “Un día en la vida de Joe di Magio II” 30. Pedro Peix, “Pormenores de una servidumbre”.
Cierto es que esta lista está delimitada, como debe ser, y que otros cuentos podrían aumentarla si tenemos en cuenta que hay en la literatura dominicana autores de pocos libros de cuentos y que han logrado algunos aciertos. Por ejemplo, Pedro Mir con “El potro gris”…
En síntesis, el cuento dominicano, que en sus inicios fue modernista con Virginia Elena Ortea, de asuntos políticos y campesinos con José Ramón López, que pasó a ser artístico y de realismo social con Juan Bosch, es una escritura sobresaliente en la cultura dominicana. Bosch creó a su alrededor un pequeño núcleo de narradores que siguieron su poética: Marrero Aristy, Hilma Contreras, Néstor Caro, José Rijo. Otros que vinieron después siguieron los temas campesinos con otra visión como Tomás Hernández Franco y Ramón Lacay Polanco; la gran ruptura hacia la urbanidad la da Ángel Rafael Lamarche (Los cuentos que Nueva York no sabe, México,1949) y José María Sanz Lajara lo enrumba por las tierras de América donde indios y negros buscan una narrativa de la diversidad racial.
La aventura del cuento dominicano, más allá de la diversidad de ataduras que encuentra el escribir y las condiciones de lectura en la República Dominicana, es un género robusto de autores extraordinarios como Juan Bosch, José Alcántara Almánzar, Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiolo y René Rodríguez Soriano.