El pastor Ezequiel Molina, en su esperado y ya habitual sermón del primer día de cada año en el Estadio Olímpico de Santo Domingo, en la parte que tuvo que ver con el compromiso político y social de los evangélicos, provocó un impacto que ha tenido un efecto de triple partida.
Primero, ha servido de mayor motivación a los evangélicos que tienen aspiraciones políticas, y al mismo tiempo ha fortalecido la percepción existente de que desde la comunidad evangélica se puede realizar un efectivo aporte al saneamiento del ejercicio político en nuestro país.
Segundo, ha despertado algún interés, por lo menos estratégico, de parte de algunos líderes políticos que ven en la postulación de evangélicos a diversos cargos, a través de las boletas de sus partidos, una oportunidad para acercarse electoralmente al sector religioso y recibir por esta vía cierta cantidad de votos.
Y tercero, la parte política de este sermón tocó las expectativas de la población en general de ver caras nuevas, de otros sectores y con otros enfoques, participando en la vida política nuestra.
Sin embargo, para los evangélicos, en lo que a la participación política se refiere, hay asuntos que están más allá de lo que a simple vista nos plantea este escenario. No se puede dejar de lado que la participación política de los evangélicos desde la misma esencia de su doctrina está relacionada, en términos ideológicos y religiosos, con los valores que sustentan la vida digna posible a que debe aspirar toda sociedad.
Es decir, el ejercicio político para los cristianos alcanza su verdadero sentido y justificación cuando se busca a través del mismo promover los valores que garanticen un Estado de equidad y derecho, justicia y bien colectivo, sentados sobre la base de la inclusión social, la convivencia pacífica, el reconocimiento de la dignidad humana y la creación de estructuras concretas e instituciones que faciliten su sostén.
La participación del cristiano en la política, cuando su práctica y su ideología es permeada por los valores del Reino de Dios, está más que justificada. Esta participación debe darse en procura de redimir el ejercicio de la política y dar testimonio en palabras y hechos de nuestro Señor Jesucristo.
Para esto, y por toda la complejidad y los problemas que envuelven a la sociedad de hoy, se hace necesario que la participación política de los evangélicos tenga un soporte teológico que la oriente.
La “Declaración de Jarabacoa”, documento emanado de una convocatoria realizada por la Fraternidad Teológica Latinoamericana con líderes evangélicos del continente y que tuvo como sede este lugar de la República Dominicana, en mayo del 1983, constituye una consulta indispensable para cualquier cristiano que busca honrar su fe y al mismo tiempo participar en vida política nuestra.