En su obra Azúcar, árabes, cocolos y haitianos, Orlando Inoa dice que los árabes término normalmente usado en América para denominar a los inmigrantes procedentes de Siria, el Líbano, Palestina y Egipto – o turcos nombre que se les otorgó por su procedencia de los pueblos del Oriente Medio dominados por Turquía desde 1453- pusieron a República Dominicana en su itinerario migratorio antes de terminar el siglo XIX, ya sea por equivocación o causas fortuitas, si se considera que Estados Unidos era su lugar preferido de destino (Inoa, Orlando Azúcar, árabes, cocolos y haitianos, Editora Cole /FLACSO, Santo Domingo, 1999, p.43-51).
Este autor no establece en qué fecha se inició su llegada al país, aunque estima probable como la fecha más temprana de arribo de algunos el año de 1883, si se toma en cuenta que en 1882, el Ministerio de Interior y Policía de la República Dominicana realizó un registro de extranjeros radicados en el país, en el cual se analizaron los principales grupos de inmigrantes que habían llegado para esa época, y no se consignó la presencia de algún árabe en suelo dominicano (Inoa, op. cit., p.51). En Santiago, la primera referencia que documenta su presencia data de 1884, cuando sus atavíos y prácticas eran dignos de atención, referenciándolo así el periódico El Eco del Pueblo.
Pero los orígenes de la presencia de inmigrantes árabes en nuestro país apuntan a ser reescritos. En efecto, en un estado demostrativo de las secciones, inspectores de agricultura y alcaldes pedáneos de la común de Jánico de 1882, con especificación del número de casas correspondientes a cada sección, aparecido en la Gaceta Oficial No.398, del 28 de enero de 1882, y reproducido en la obra Censos municipales del siglo XIX y otras estadísticas de población, de Alejandro Paulino Ramos (Archivo General de la Nación, volumen XLVII, Santo Domingo, 2008, p.88), consta que una de dichas secciones llevaba por nombre Vuelta del Turco, en clara alusión a un emigrado turco o árabe.
Para que un lugar sea conocido con determinada denominación debe transcurrir sin dudas un lapso de tiempo más o menos prolongado para su fijación en el imaginario colectivo. Si ya para 1882 aquel sitio había sido bautizado con tal denominación, el turco que le dio su nombre debía vivir allí desde años atrás, sin dudas en la única casa registrada en su territorio, según el aludido estado. Inoa precisa que prácticamente árabes habían alcanzado América antes del año 1880 (op. cit., p.47). ¿Sería aquel turco uno de aquellos? ¿Cómo llegó y que hacía aquel turco en aquellas serranías? ¿Qué le condujo a establecerse allí y no en Santiago, por ejemplo?
El nombre de Vuelta del Turco desapareció, pues ya no denomina ninguna de las secciones o parajes que componen el actual municipio de Jánico, pero el dato aquí ofrecido prueba que la presencia árabe en nuestro país es mucho más antigua de lo que hasta ahora se pensaba.