El año 2023 comienza como una antesala de elecciones en la que pesará el intenso aprovechamiento para fines electorales que aplica el presidente Abinader a su gestión tomando ventajas mientras las dos fuerzas en que se bifurcó el Partido de la Liberación Dominicana al quedar desprendido del leonelismo marcharán por el pleito casado de sus recíprocas descalificaciones. Los minoritarios devenidos en el tiempo a roles de «bisagras», continuarán prestos a arrimarse con aspiraciones de alianza al coloso que aparezca mejor situado en las probabilidades de triunfar en las urnas con un versátil sentido de la oportunidad.
Institucionalmente, la Junta Central Electoral entra hoy a un lapso que le preocupa porque el manejo de sus prioridades para la preparación de las justas del 2024 no incluye disponer de suficiente apoyo presupuestal para llenar objetivos al tiempo de ver la idoneidad de la consulta ensombrecida porque el Senado le falló al aprobar en primera lectura reformas a la ley que la rige dejándola abierta todavía a los financiamientos espurios de candidaturas que seguiría dando poder al dinero y a quienes lo tengan para decidir resultados.
Con diez mil millones de pesos menos en las alforjas de la Junta, en contra de sus apropiados criterios de planificación para conducir el país hacia la captación de la voluntad popular sin riesgos, no faltan quienes consideran que la extraña negación de fondos replica un comportamiento del pasado adverso a la autonomía y funcionalidad del órgano que rige los procesos, lo que mueve a dudar sobre las reales intenciones de cambio que se pregonan. Además está despojada por sentencia del tribunal Constitucional de apoyarse en la automatización del voto que facilitaría su desempeño.
De quedar mermada en su autoridad por absurdos y suspicaces propósitos legislativos con la ley de organización electoral, la JCE no podría enfrentar con éxito el uso generalizado de los recursos del clientelismo político como mecanismo de movilización del voto capaz de «alterar la voluntad libérrima de los electorales para favorecer a quienes tengan más control de finanzas y acceso a los medios de comunicación» una debilidad sobre la que ya se había teorizado con preocupación en foros políticos auspiciados por la fundación Fredrich Ebert.
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El mango de la sartén
Contra otros aspirantes a disputarle el poder, el presidente Abinader dispone a su favor y en el ejercicio de sus facultades, de un importante flujo publicitario laudatorio a la obra de Gobierno basada en el fluir de hechos y promesas esperanzadoras. Con él como la figura principal del Estado desde la que exhibe una excepcional capacidad para dar la cara en rápidos e interminables viajes por helicóptero para mantenerse congraciado con entes de la sociedad, incluyendo liderazgos sectoriales a los que tiene complacidos con algunas ejecutorias asegurando sus activos de cara al mercado electoral.
Ante la preponderancia mediática lograda por el reeleccionista del oficialismo que reserva su confesión de amor a la silla para el final y resulta notablemente espabilado, el expresidente Leonel Fernández, que es ya un competidor definido, ha dado la voz de alarma: «el Presupuesto General de la Nación para el año 2023 está orientado hacia la reelección del presidente Luis Abinader. Premeditadamente, deliberadamente se ha enfocado el gasto en aquellos lugares donde se entiende que hay mayor potencialidad electoral», dijo hará poco al ser entrevistado en la radioemisora Z101.
Además -sostuvo- está aumentada en el programa de inversiones y gastos la partida a ser manejada por el Presidente de la República a discrecionalidad y en la rauda marcha de su activismo sin pausa. ¡Gandío en su proyecto de permanecer en el solio! ayudado innegablemente por múltiples y significativos reconocimientos de los órganos de mayor trascendencia en la medición de los comportamientos de la economía de los países incluyendo a la República Dominicana descrita a veces como deslumbrante. Luces que la oposición pasa por alto.
La Consultoría Interdisciplinaria en Desarrollo, (CID-Latinoamérica), una entidad encuestadora reconocida en la región y con antecedentes de aciertos en sus pronósticos electorales, coloca por resultados de sus mediciones al presidente Luis Abinader en unos niveles de aprobación ciudadana que para nada indican que el poder, indefectiblemente como se tiende a creer, resta popularidad a los gobernantes. Un 71% de los dominicanos en edad de votar expresó satisfacción con la actual gestión ejecutiva en un sondeo todavía distante de la celebración de comicios . Y algo más: CID-Gallup situó recientemente a Abinader como el estadista de la tercera posición en la escala de respaldos ciudadanos en América Latina: 68%.