Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8
Una reconocido comunicador de unos 40 años de ejercicio le dijo a otro de igual tiempo, en una polémica: “He tenido un ejercicio honesto, exitoso, independiente. Desde aquellos tiempos he crecido un montón y desarrollado mis empresas periodísticas con éxito; he sido embajador en tres de los principales destinos diplomáticos; mantengo diariamente una de las columnas periodísticas más leídas del país… Y, lo más importante, siete hijos todos profesionales y también exitosos… ¡Ya puedo morirme!¨
Pero a juzgar por las Sagradas Escrituras, y lo digo de corazón, es conveniente que se confiese a Jesucristo como su Señor y Salvador antes de partir de esta tierra, si quiere la salvación de su alma y la vida eterna.
Como le dijera Jesús al joven rico que le pregunto qué debe hacer para heredar la vida eterna? Él tenía muchas obras, pero una cosa te falta, le dijo: vende todo lo que tiene y dáselo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. (Marcos 10:21). Y resultó que el joven rico se fue y se puso triste. No quiso seguir a Cristo. Sus posesiones, sus obras, sus éxitos, méritos o realizaciones personales eran más importantes que su salvación.
Pero la Biblia nos enseña que no son los éxitos profesionales; ni desarrollar empresas, alcanzar posiciones de notoriedad pública, ni ser el más leído, el más escuchado, el que pega más jonrones, el que tenga contrato más millonario, el mejor cantante, el que más llena estadios, o quizás el más popular hombre público, candidato o rey; ni aun tener sus hijos todos profesionales exitosos… Todo eso, cuenta para el mundo o para complacer su propio ego, orgullo o vanagloria, pero en nada sirve para la salvación y la vida eterna.
La salvación es un regalo de Dios, es una dadiva para que nadie se enorgullezca, que nadie se gloríe. Es por gracia, es gratis, es un favor inmerecido. Y se alcanza por fe, naciendo de nuevo, obedeciendo a Dios. El que crea de corazón y confiese con la boca que Jesús murió y Dios lo levanto de los muertos será salvo. (Romanos 10:9). Y así, entra Jesús al corazón, lo más importante para entrar al reino de los cielos, antes de morir. Como dijera Jesús: Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan 14:3).