No ha sido la negativa del Gobierno a permitir las manifestaciones pacíficas frente al edificio de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), en abierta violación a la Constitución y las leyes.
No se trata del desacato del mismo Poder Ejecutivo a la sentencia del Tribunal Superior Administrativo que protege el derecho a la protesta de los ciudadanos y ciudadanas afectados por la arbitrariedad de la Policía Nacional.
Tampoco fue la represión con gas pimienta y macanazos que integrantes del movimiento Poder Ciudadano recibieron el pasado martes por atreverse a montar una cadena humana sorpresa cerca del Palacio Nacional, sin avisar previamente ni pedir permiso a los oficiales enviados a consumar el atropello.
Nada de lo anterior debe considerarse como lo más grave que República Dominicana está experimentando en materia de violación de derechos fundamentales.
Lo peor de todo es la justificación, la línea de vocería que las y los comunicadores afines al Gobierno difunden entre la población. Es que desde Palacio se diga y se mande a decir que realmente la ciudadanía no tiene derecho a expresarse libre y pacíficamente en cualquier espacio público sin necesidad de autorización de Monchy Fadul o del mismo Dios que baje del Cielo.
Lo peor de todo es que el Gobierno y los altos mandos de la Policía sugieran que los culpables de los golpes propinados a los manifestantes son los mismos manifestantes, por hacer la protesta en un día no previsto por las autoridades.
Lo peor de todo es que el presidente Danilo Medina mantenga un silencio cómplice frente a las represiones del cuerpo del orden, permitiendo que tales barbaridades puedan ser vistas y discutidas por una parte de la población como acciones válidas y legales, propias de la vida en democracia.
Ahí, en la intención de hacer pasar por bueno o correcto lo que es malo, inconstitucional e inmoral, está lo peor de todo, porque se pervierte la figura de la Presidencia de la República, la concepción del Estado de derecho y la mente de miles o millones de dominicanos vulnerables a este tipo de manipulaciones.
Lo peor de todo, definitivamente, es la perversión.