Hasta ahora todo va color de rosas. Los nombramientos anunciados por el presidente electo, Luis Abinader, han sido de aceptación general, salvo los profesionales de la queja, profetas del desastre.
Nunca, en los últimos 60 años, un gobierno ha nacido tantas esperanzas. La consigna de El Cambio prendió. El pueblo quiere ver en qué consiste El Cambio.
Recordemos que la libertad no se come, la institucionalidad no es un postre. El pueblo quiere empleo, trabajo, comida barata, hospitales limpios y avituallados de los medicamentos esenciales, escuelas donde se enseñe a los jóvenes algo más que las cuatro reglas de las matemáticas, como, por ejemplo, un oficio, la plataforma para seguir una carrera corta.
Hasta ahora, todo va bien, lo que necesita el país es que todo vaya bien todo el tiempo, que el gobierno que debe iniciar su trabajo el 16 de agosto venidero se mantenga alerta, puro, trabajando, innovando, respetando la Constitución y las leyes
Siempre habrá un espacio de críticas constructivas y otro de críticas malsanas, ello, porque en este mundo traidor nada es verdad ni es mentiras todo se ve del color del cristal con que se mira.
Porque como dijo el poeta mexicano, nadie es monedita de oro para gustarle a todo el mundo.
El refrán dice: lo que comienza bien, termina bien, pero, hay cosas que son más fáciles de decir que de hacer.
Me refiero, por supuesto, al gobierno que encabezará a partir del 16 de agosto próximo el licenciado Luis Abinader Corona. Un gobierno que sepa que, como dijo Giuseppe Verdi, la mujer es ligera, mudable, frágil, ingrávida, voluble, como pluma al viento. Así de difícil es el equilibrio del poder: cual pluma al viento. La diferencia entre el bien y el mal es, en ocasiones, tan fina como el filo de una gota de agua.
Aunque haya inductores, fabricantes, constructores de opiniones y de tendencias, de percepciones y de fuegos fatuos, nunca se debe soslayar el olfato popular, que hace suya una consigna, una idea, que desdibuja en su mente el gobierno que desea, independientemente de lo que creen los creativos de frases altisonantes, y muchas veces huecas.
Esta vez, la consigna ha tenido una propuesta, una oferta clara, precisa, inteligible, adoptada por el pueblo que siempre está dispuesto a pasar factura a quienes no cumplen lo prometido. Es falso, léalo bien, es falso que los pueblos sean olvidadizos.
Gobernar bien, es cruzar la soga colocada entre edificios altos y llegar a la otra punta sin problemas.
En la década de 1940, el equipo de beisbol Papagayo, del central Romana, entraba corriendo al estadio mientras cantaba: van bien, muchachos, van bien.