La madre de José Redondo Llenas, quien guarda prisión por el asesinato en 1996 de su primo de 12 años, José Rafael Llenas Aybar, expresó hoy que aún sufre por la trágica muerte de su sobrino y por su hijo, de quien aseguró ha asumido sus responsabilidades por el hecho, aunque dijo nadie está obligado a perdonar porque eso depende cada quien.
“Ninguna forma de castigo puede reparar la muerte de mi sobrino José Rafael. De mi hijo y sus responsabilidades prefiero que hable él mismo. Ya él no es el joven de 19 años que una vez fue, lo he visto como adulto asumir su responsabilidad y pedir perdón sin condiciones. Otorgar el perdón, él lo sabe muy bien, depende de cada uno y sólo si las personas así lo van decidiendo. Nadie está obligado. Sólo en Dios los seres humanos encontramos infinita misericordia, y eso, él también lo sabe”, dijo Llenas en un a carta publicada en su cuenta de Facebook, en respuesta a un artículo publicado en el matutino Diario Libre al cumplirse el pasado martes 20 años de la muerte violenta del niño Llenas Aybar.
Desde el punto de vista del interés de toda la sociedad, manifiesta, no tener dudas de que lo ideal es que se trabaje para un escenario en donde la falta de uno se llegue a convertir en la lección de muchos. “El condenado debe tener entre sus propósitos fundamentales hacerse y servir de instrumento en la prevención”, precisa la dama en su comunicado.
Hoy reproduce la carta remitida a Diario Libre:
“Soy tía de José Rafael y madre de Mario José, uno de los dos condenados por la trágica muerte de mi sobrino. Sufro por mi sobrino, por mi hijo, por mi cuñada, por mi hermano, por toda mi familia y por todos los que de algún modo nos acompañan en este camino de dolor infinito.
En el día de hoy, leí en su columna del Diario Libre: A veinte Años… y me sentí obligada a compartirle un pedacito de lo que siento. No pretendo con mis palabras modificar su postura. A usted como a todos le respeto su forma de pensar.
De mi hijo y sus responsabilidades prefiero que hable él mismo. Ya él no es el joven de 19 años que una vez fue, lo he visto como adulto asumir su responsabilidad y pedir perdón sin condiciones. Otorgar el perdón, él lo sabe muy bien, depende de cada uno y solo si las personas así lo van decidiendo. Nadie está obligado. Solo en Dios los seres humanos encontramos infinita misericordia, y eso, él también lo sabe.
Habiendo pasado los últimos 20 años visitando la cárcel seguramente puede entender que he pensado mucho sobre el propósito del castigo y las expectativas que con más o menos conciencia, como víctimas, nos hacemos sobre la prisión. Ninguna forma de castigo puede reparar la muerte de mi sobrino José Rafael. Sin embargo, no es menos cierto, que no todos los castigos producen los mismos resultados.
Algunas condenas, especialmente cuando los que deben cumplirlas son gente muy joven, pueden llegar a producir en el condenado un propósito de enmienda con efectos positivos mientras viva en el penal y una vez fuera también. Claro que eso no es casual, es necesario que intervenga el tratamiento oportuno y grandes dosis de generosidad social para brindar una segunda oportunidad a los que estamos predispuestos a rechazar. El asunto es que estos ¨rechazados¨ recuperan la libertad un día y entonces solo queda rogar que alguien se haya preocupado por ayudarlos a ser mejor persona porque la mayoría de nosotros no tuvimos ni el tiempo y ni el ánimo de hacer algo distinto.
Desde el punto de vista más puro, creo que la reparación perfecta no existe. Ni para lo simple como puede ser una palabra descompuesta, ni para lo infinitamente doloroso como es la pérdida del tesoro que supone la vida. El arrepentimiento pertinente, el pedir perdón de forma honesta y la evidencia de un propósito de enmienda pueden conducir a la víctima a una situación donde se recuerda sin odio, pero a olvidar plenamente, ni siquiera es conveniente.
Ahora bien, desde el punto de vista del interés de toda la sociedad, no tengo dudas de que lo ideal es que se trabaje para un escenario en donde la falta de uno se llegue a convertir en la lección de muchos. El condenado debe tener entre sus propósitos fundamentales hacerse y servir de instrumento en la prevención. Colocándose y prestándose para que los que construyen una mejor sociedad le saquen a las lecciones de sus corazones el mejor provecho posible. Verás, se podrá discutir si el preso sirve para algo o si merece una oportunidad, pero lo que no tiene discusión es que sirve para ejemplo y para eso, en lo que se resuelve todo lo demás.
Con respeto, Nora Llenas M”.