Conocí el campo a inicio de los 80 cuando parte de la familia se mudó desde un barrio capitalino a la comunidad vegana y paraíso del arroz Jima Arriba. Cursaba el quinto de primaria y de vez en cuando realizaba labores agrícolas.
Aprendí a sembrar, cortar y trillar arroz. La jornada iniciaba al salir el sol y moría al caer la tarde.
Se caminaban grandes distancias en ir y venir a las fincas –no existía el famoso motoconcho-, y entonces un día cuando regresaba vi el milagro: en plena caída de la noche divisé la silueta de ese hombre sentado junto a una mesa con un pequeño radio de pila y una jumiadora. Tenía un lápiz en su mano y seguía paso a paso las instrucciones menudas que daba un locutor. Era un estudiante de la Escuela Radiofónica Radio Santa María.
Pregunté y me dijeron que cientos de jóvenes mayores de 14 años y adultos que trabajaban duramente todo el día de noche estudiaban con este programa. Supervisores y profesores les enviaban folletos de las distintas materias y se reunían los fines de semana en el salón parroquial o la escuela para corregir lo estudiado. Creo que la docencia abarcaba en ese entonces desde primero de primaria hasta el octavo.
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La Escuela Radiofónica de Radio Santa María estaba en pleno apogeo y cientos se forjaban un mejor futuro por sus ondas y solo necesitaban un lápiz, un pequeño radio de pila y la luz de una lámpara jumiadora. Radio Santa María cumplió este 28 de octubre 66 años de fundada y no hay forma de pagarle por sus desvelos y trabajo en orientar a muchos en nuestros campos y pueblos.