El cuerpo le dice a la sombra:
El cielo y la tierra son eternos;
los montes y el río nunca cambian;
los árboles y la hierba, siguiendo su desarrollo natural,
florecen y mueren entre el rocío y la escarcha.
Se dice que, porque el hombre es el que tiene más alma y sabiduría,
sólo él se escapa a esta ley.
Brevemente aparece en el escenario del mundo
y de pronto desaparece para no volver más.
Se siente completamente solo.
¿Cómo sabrá si sus amigos lo añoran?
Lo único que permanece son los objetos que usó;
sus amigos lo contemplan y derraman lágrimas.
No poseo el arte mágico de la transformación.
Pero no dudes de mí.
Quisiera que escuchases mis palabras y aceptaras el vino que te ofrezco. [1]
En una conversación amistosa con una queridísima amiga, me hacía la observación de que durante toda mi vida laboral y profesional había logrado trabajar con muchas personas, algunas muy difíciles, y cumplir con los objetivos. Le respondí medio en broma y medio en serio. Le dije: “Es que tengo tres aceites que me han ayudado mucho”. ¿En serio? Preguntó asombrada. “Sí, le dije”. ¿Y dónde lo compras? Siguió inquiriendo. “En cualquier lugar”, respondí. ¿Me puedes decir cuáles son, cómo se llaman? Continuó preguntando con una curiosidad que crecía cada vez más. En seguida contesté su inquietud. Se llaman “Aceite la sorda”, “Aceite la loca” y “Aceite la pendeja”. Cuando escuchó el nombre de mis aceites mágicos su risa no pudo detenerse.
Después, más en serio, una vez pudo detener su risa, le dije que desde hacía años había asumido varios de los consejos que ofrece la filosofía taoísta como una excelente forma no solo de ver la vida, sino de actuar ante las situaciones difíciles.
El taoísmo sostiene que lo fuerte no necesariamente vence a lo que aparentemente es débil. Basados en el Ying y el Yang, plantean la dualidad entre lo duro y lo blando. La piedra, que es dura y piensa que es fuerte, no vence al agua que es blanda. Cuando una piedra está en el río, sigue inmóvil, y a fuerza de quedarse inmóvil, se corroe con el agua. Así, lo aparentemente blando, el agua, es capaz de destruir lo duro, a base de persistencia.
La filosofía taoísta, también ofrece consejos para tratar y manejar a las personas difíciles que ponen cerco a nuestros caminos. Lao-Tse, el creador del taoísmo, sostiene que lo mejor es mantener la serenidad, y sobre todo, vaciar las emociones negativas y buscar a toda costa poner a un lado, sin que pueda darse cuenta, a quien disfruta arrebatándonos la calma. Aconseja cuatro fórmulas simples pero muy efectivas:
1. Controlar a las personas negativas, sin necesidad de enfrentarlas. Detenerlos sin luchar con él es la habilidad más importante. Es seguir el curso del río, dejarnos llevar por su cauce sin resistencias es parte de la armonía que todos deberíamos disfrutar.
2. Vacía la taza de las emociones negativas. Las personas negativas y difíciles muy a menudo nos estropean el día con una sola palabra o un comentario. Cuando la escuches, respira hondo y no digas nada.
3. Es mejor ser proactivo que reactivo. Cuando algo te moleste, calla, cuenta hasta mil, si es necesario. Evita a toda costa una reacción agresiva o violenta. Debemos aprender a tener control de los acontecimientos. Ponernos en el lugar del otro. Entender la historia de ese personaje que nos hace la vida imposible. Entender la perspectiva ajena.
4. Tener la fuerza del bambú. Este maravilloso árbol es capaz de soportar grandes azotes de los vientos huracanados. Se dobla, deja pasar el aire, pero nunca se quiebra. Cuando nos sintamos humillados, abatidos, visualicemos al bambú.
En el “Libro del Tao”, Lao Tse afirma que el principio del Tao es el cielo y de la tierra, porque la existencia es la madre de todo lo que existe. “Desde la eterna no existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo. Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales. No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se manifiestan. Esta unidad se denomina profundidad. La infinita profundidad es la fuente de donde se origina todo lo que hay en el Universo.”[2]
Lao Tse señala que muchas veces en un conflicto es mejor NO-HACER; es decir, esperar el desarrollo de las cosas. Afirma que la mejor guerra es la que no se libra. Nos aconseja ser como el agua, que es capaz de llegar hasta su destino, sin nadie que la detenga, y aunque se le pongan obstáculos, siempre encuentra la manera de penetrar, aunque solo sea una pequeña rendija. La piedra, por el contrario, rompe, pero se detiene.
Hace ya casi treinta años que comencé a leer sobre el Tao como filosofía de vida. He tratado de aplicar muchos de sus consejos. No niego que a veces, como mujer caribeña que sigo siendo, a pesar de mi opción por profundizar esa rendija de mi origen, exploto, pero me calmo rápidamente. Intento sonreír siempre; busco no hablar cuando la sangre sube a mis mejillas; y no tomo decisiones importantes en un momento de euforia. Intento todo eso, pero a veces me traiciona la pasión que obnubila la razón. Entendí que soy simplemente humana, por muy taoísta que me sienta. Hasta la próxima.
[1] Poesía taoísta, http://www.redalyc.org/pdf/586/58641207.pdf
[2] Lao Tse, El libro del Tao.