Comer en familia es un lujo que pocos pueden darse en estos tiempo debido a los afanes diarios de la vida moderna.
Ya sea que se comparta el desayuno, la comida o la cena, este momento resulta un punto de encuentro para la familia, para luego cada quien salir a cumplir con sus compromisos.
Aunque coincidir con los horarios de todos los miembros de la familia parecería misión imposible, los expertos en nutrición infantil aseguran que vale la pena, ya que la mesa es el entorno ideal para compartir y hacer vida en familia, y esto beneficia especialmente a los más pequeños.
Un estudio realizado con cerca de 15 000 estudiantes de colegios y publicado en la revista “BMC Research Notes”, mostró que en las últimas dos décadas ha disminuido el porcentaje de niños y adolescentes que cenan con sus padres. Otra investigación publicada en “JAMA Pediatrics” reveló que solo el 30 % de los adolescentes comen al menos siete veces por semana con sus familiares.
Otro estudio, llevado a cabo por la Universidad de Florida, establece que tener comidas en familia “con frecuencia puede tener un efecto positivo en la nutrición de sus miembros pues da la posibilidad de controlar mejor las porciones”. Esta práctica ayuda a incluir en cada plato una variedad de alimentos saludables y aumentar la proporción de comida sana que se ingiere por semana.
Buenos hábitos. Otro de los beneficios de sentarse a la mesa a compartir los alimentos es que esto ayuda a moldear hábitos saludables en los niños, quienes aprenderán a formar un plato balanceado, a controlar sus porciones y a preferir los alimentos caseros a la comida rápida.
Estudios publicados en revistas como “Journal of the American Medical Association” (JAMA) y “Social Behavior and Personality”, coinciden en que los adolescentes también pueden aprovechar para aprender a cocinar y reducir las veces en que comerán fuera cuando vivan por su cuenta. Este mismo estudio además establece que en lugar de comprar platos preparados, se aproveche para que toda la familia ayude a prepararlos. Como práctica, puede comenzar realizando las compras también junto a la familiar.
Alertas a la vista. Los psicólogos coinciden también en que en este momento es cuando hay más oportunidad de ver señales de alerta en el comportamiento o en el bienestar de los hijos.
Por ejemplo, es más fácil detectar problemas de desórdenes alimentarios o escolares el comedor de la casa, ya que aquí se pueden ver las conductas de los niños, así como cualquier cambio.
Aumento en el consumo de fruta y verduras en los niños. Otro estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido), publicado en el “Journal of Epidemiology and Community Health”, arrojó que comer en familia, aunque sólo sea una o dos veces por semana, aumenta el consumo diario de frutas y verduras en los niños, acercándolos a las cinco recomendadas al día.
El estudio también sugiere que el consumo de frutas y verduras por parte de los padres y cortar porciones de estos alimentos a los hijos impulsó la ingesta de estos alimentos en los niños.
Comer en familia supone grandes beneficios, tanto para los padres como para los hijos.
Este ritual alrededor de la mesa va más allá de simplemente degustar los alimentos; por lo tanto, también es un factor importante para crear lazos afectivos, como el amor, el cuidado y el servicio, que se desarrollan desde la infancia, con la lactancia, y continúan durante todo el ciclo de vida.
Además, es el momento ideal para fomentar la responsabilidad por su alimentación cuando los padres incluyen a sus hijos en el proceso de selección y preparación de los alimentos, enseñándoles prácticas de una buena alimentación con una actitud positiva, sin forzarlos, que sea como una invitación.