Los de arriba se mantienen allí hasta que los de abajo se empoderan de sus derechos y tumban la pirámide. La sociedad dominicana –o gran parte de ella- está reflejando un hartazgo de la clase política tradicional, del poder abusivo y el sistema imperante de los últimos 60 años. Los dominicanos, desde antes de serlo, hemos sabido levantarnos y girar el timón del barco. Con el palpitar de ahora se deja claro que el cambio no es de un gobierno, sino de la forma de gobernar.
La sociedad espera cambios…
Cambio en el clientelismo y nepotismo, que no se premie al compañero de partido por conseguir votos, sino que se consideren las aptitudes, actitudes y altitudes que cada quien pueda aportar al Estado. Hay que depurar a los servidores públicos, pasarlos por un filtro a los que están y los que llegan, no es justo que saquen a los buenos comprobados, como tampoco que no dejen entrar a los que tienen similares condiciones. Todo el que pueda y quiera aportar al país, deben darle la oportunidad de hacerlo, fuera de cualquier matiz corrupto o influencia politiquera.
Cambio en el uso de los recursos públicos. Queremos mayor transparencia y eficacia en el uso del dinero estatal, que se invierta en sectores cuyo retorno genere beneficios directos para el pueblo. La sobrevaluaciones y presupuestos complementarios en obras cuestionadas no puede ser una práctica aceptada, mucho menos el dilapidar los fondos colectivos en opulencia particular. Se debe impulsar abiertamente una política transparente donde se pueda ver cada centavo gastado, sin manipulaciones ni tergiversación administrativa.
Cambio en la educación. Y no me refiero a suprimir los logros alcanzados hasta la fecha, sino impulsarlos y duplicar esos esfuerzos. La Jornada Escolar Extendida, la capacitación docente, mejoras en la calidad de vida de la comunidad educativa, más escuelas, reforma curricular, espacios de aprendizaje alternos y un salto donde se enfoquen todos los esfuerzos para que la calidad supere la cantidad. Debemos aprovechar todas las ventajas del conectivismo, la metodología del constructivismo y la inclusión del modernismo.
Cambio en las oportunidades para la juventud. Es cierto que los puestos de trabajo no dan para todos, y qué bueno. Bueno porque eso amerita pensar en nuevas formas de generar ingresos y justamente ahí es donde queremos cambio. Existe la llamada “economía naranja” que promueve la creatividad como fuente de ingresos; si se crean las condiciones de emprendimiento y se promueven las buenas ideas con apoyo estatal, eso expande la posibilidad de crear propuestas que beneficien a la mayoría y darle ganancias al autor. Además, el Estado bien pudiera motivar el emprendimiento con menos pagos impositivos, relaciones internacionales y mercados de comercialización. Cualquier organismo externo apoyaría eso.
Cambios en la salud. Este pueblo necesita mejores condiciones sanitarias, hospitales que funcionen realmente con equipos eficientes y modernos. Médicos que ganen por sus méritos, pacientes que encuentren camas de cuidados intensivos, aseguradoras que cubran el bolsillo de los necesitados, un Estado que garantice bienestar para su gente sin distinción de partido, ni ideología, ni género, ni orientación sexual, ni religión, ni cuña. La pandemia COVID-19 demostró que la prioridad de cualquier país es la salud colectiva.
Cambios en la inclusión. Las oportunidades deben llegar a todos, aunque cada quien decida qué hacer con ellas. Las personas con discapacidad, los homosexuales, los adultos mayores, los niños, las mujeres y los de etnias distintas también son personas, por ende, merecen una mejor calidad de vida y eso se logra con políticas sociales que les permitan ser y estar.
Cambios en la justicia. Ya basta de tanta impunidad, corrupción y abuso de poder. El segundo poder del Estado no puede seguir a la merced del tercero y el primero. El desequilibrio en los tribunales es pólvora para el fuego de la inseguridad ciudadana, para el abuso de poder de los uniformados, para el que se roba lo público, para el que maltrata y encuentra en el Ministerio Público el respaldo maquiavélico de la complicidad. Ya no más, a la mierda ese modelo.
Cambios sociales. Quiero poder llevar a mis hijos al parque sin temor a que nos atraquen, a que me maten para quitarme un celular, a que me roben en la casa mientras salgo, a que me saquen del vehículo y se lo lleven, a que un maldito abuse de un ser querido. El cambio debe garantizar seguridad ciudadana y es el mayor reclamo de todos, si este nuevo gobierno no hace lo necesario para brindar seguridad a su gente, las consecuencias serán incontrolables.
Los políticos, funcionarios y legisladores que pronto tomarán las riendas del país, sepan que esta sociedad les demanda una transformación profunda. Esta vez el cambio viene desde dentro, de las entrañas del pueblo, no importa quién esté arriba, si no lidera como merecemos, removemos la base y se cae la pirámide. Los de abajo despertamos, hagan lo mismo.