El militante catorcista y periodista Raúl Pérez Peña (Bacho) siempre evocó con orgullo haber cargado sillas durante la realización de la Asamblea del Movimiento 14 de Junio del 30 de julio de 1961, la cual se celebró en el segundo piso de la edificación ubicada en la calle Mercedes # 26 de la Ciudad Colonial. Allí, Darío Vinicio Echavarría Hernández pronunció las palabras de apertura, dedicando lo esencial de su intervención a enumerar los motivos por los que debía luchar el 1J4.
Entre esas razones, señaló que la agrupación estaba destinada a “luchar por desterrar los males ancestrales del pueblo dominicano, para que nunca jamás vuelva a oírse hablar en Santo Domingo de miedo, de terror, de amenazas, de violación a los derechos humanos, etc.”.
También alegaba que la naciente organización, en su etapa pública, debía velar por la creación de “las fuentes de trabajo necesarias para la eliminación radical del desempleo y sus consecuencias, la miseria, fuentes lógicas de indignidades, de servilismo y de humillaciones”.
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En ese discurso, marcado por ideas de izquierda, se afirmó la necesidad de “la eliminación de privilegios familiares en razón de apellidos y de posiciones económicas y que solo impere el privilegio de la capacidad y la honestidad”. Abogó Echavarría en la tribuna por “la erradicación de la ignorancia y el primitivismo, que impiden al ciudadano el derecho al justo discernimiento, y a la comprensión cabal de qué es lo bueno y qué es lo malo, y de quiénes son los malos, y qué le hace ser víctima de engaños y fechorías mal intencionadas”. De igual forma, reivindicó que “la honestidad en la cosa pública sea una norma imprescindible para el ejercicio de funciones gubernamentales”.
Se recuerda que los Echavarría eran una familia compuesta por cinco hermanos, entre los que estaban Ligia, Mairení, Rubén, Dinorah y el propio Vinicio, los cuales sufrieron en carne propia el precio de ser antitrujillistas por su militancia en la Juventud Democrática y luego en el Movimiento Clandestino.
Luego de ese discurso, el maestro de ceremonia, Luis José Germán, llamó a votación, cuyos resultados, según nos dice Juan José Cruz Segura en su libro Bajo la barbarie, “parieron un Comité Central de 14 miembros, número simbólico pero par, y, además de esto, de los miembros elegidos, la mitad respondía a compromisos ya contraídos con la UCN: Luis Álvarez, Miguel Lama, Lic. Rafael Alburquerque, Dra. Asela Morel, Ramón Imbert, Arq. Manuel Baquero y Dr. José Fernández Caminero”.
Esta conformación ayuda a entender un aspecto importante reiterado por Bacho en varios escritos sobre la historia del catorcismo, en los que subrayaba cómo en la Asamblea se “aprobó pasar a la vida pública y sustituir el nombre de Movimiento Revolucionario 14 de Junio por el de Agrupación Política 14 de Junio”, como una especie de acuerdo o concesión al ala conservadora del movimiento. Desde la perspectiva de Cruz Segura, en esa elección radicó “la dificultad para tomar decisiones definitorias, en particular sobre la línea política de la Agrupación, su desarrollo y su control”.
Una vez ejercida la votación, Manolo Tavárez pronunció un discurso en el que trazó las pautas políticas para la organización verde y negra, cuyos ejes centrales fueron, según sus propias palabras:
- Asumir “todas las responsabilidades que conlleva el cumplimiento de sus deberes, al mismo tiempo que declara solemnemente ante ustedes la firme determinación que los anima a luchar infatigablemente hasta la realización de nuestros anhelos, encaminados a satisfacer las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo”.
- Declarar que la ideología del movimiento se inspiraba “en los nobles postulados de la democracia representativa y sus principios se nutren, fundamentalmente, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.
- Evocar al autor intelectual del Cuartel Moncada para ajustar “nuestras conductas al sublime pensamiento de José Martí: la patria es ara, no pedestal”.
- Invocar al “Dios eterno, Padre de las bondades infinitas, implorando sus bendiciones para nuestra agrupación naciente, para el noble pueblo dominicano”.
Esa cita de Martí no fue inocente ni tampoco su contenido, teniendo en cuenta el contexto histórico, sobre todo luego de la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana, de un lado, y, del otro, la influencia que ejercía en el seno de la organización el sector que se había integrado en la Unión Cívica Nacional, la cual, según Leandro Guzmán, se identificaba “como un Movimiento basado en los principios de la no-violencia y el anticomunismo, adjetivos capaces de inspirar gran simpatía a los Estados Unidos”. Ciertamente, las contradicciones con ese grupo todavía no habían aflorado, por lo que toca entender las palabras de Manolo en dos direcciones: primero, en un esfuerzo por marcar distancia; y segundo, por mantener los vínculos, ya que en esos momentos ambas entidades tenían objetivos políticos comunes concentrados en “la necesidad de luchar contra la presencia del trujillato en aquella nueva etapa”.
Siguiendo a Leandro Guzmán, autor del libro De espigas y de fuegos, “las estructuras de poder del tirano estaban principalmente representadas por el entonces presidente Joaquín Balaguer, sus generales y colaboradores, apoyados todos por el hijo predilecto del sátrapa: Ramfis Trujillo”. Nos agrega Guzmán que “las primeras acciones, ahora públicas y anunciadas, estuvieron dirigidas a organizarnos y contactar a todos los que habían militado en la organización clandestina”.
En ese orden, Raúl Pérez Peña nos indica que “la salida del 14 de Junio a la luz pública, lo proyectó en términos masivos en todo el territorio nacional, con comités provinciales y municipales liderados casi siempre por expresos políticos, que habían luchado en la clandestinidad antitrujillista”.
El desarrollo de esas estructuras partidiarias y de esa vida y militancia política del 14 de Junio será el tema de las próximas entregas de esta serie.
Amaurys Pérez
Sociólogo e historiador
Museo de la Dignidad