Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su vulnerabilidad biológica frente a los trastornos de la mente. Se habla de los indicadores genéticos, de los factores de riesgo predisponentes, del género más afectado, y de los problemas comorbidos que favorecen la aparición más temprana en algunos jóvenes a los trastornos psiquiátricos. Pero es inevitable que las afecciones y riesgos en la salud mental han bajado en sus edades de aparición, y que dificultan la funcionabilidad y la adaptación psicosocial.
Y, en el peor de los casos, algunos trastornos se hacen crónico, o por lo menos marcan un antes o un después en la vida de una persona.
La depresión sigue siendo el trastorno del estado de ánimo de mayor consulta y que tiene la carga más alta de discapacidad y de infelicidad; síntomas como: tristeza, pérdida del ánimo, falta de energía, apatía y desinterés por las cosas, irritabilidad, problema del sueño o ideas de desesperanza y baja autoestima, con una duración de más de dos semanas, estamos ante un episodio depresivo. Sin embargo, cuando esos cambios del ánimo son fluctuantes, cambian de forma rápida o en fases: euforia, mucha energía, ganas de hacerlo todo junto, desinhibiciones, pensamiento rápido y aumento de la motricidad, entonces, se piensa en un trastorno bipolar.
Estos dos, depresión y bipolaridad, son los que más guardan relación con ideas o intentos de suicidio en el mundo.
Sin embargo, los trastornos de ansiedad, ataques de pánico y ansiedad social, afectan a millones de jóvenes que no saben identificar, y que a veces, los buscan calmar o sobreponerse a través del consumo de alcohol, marihuana, nicotina y anfetaminas; convirtiéndose todo esto, en un riesgo químico para su cerebro, debido a que predispone a una aparición de un trastorno psiquiátrico de forma precoz y con peor pronóstico.
Para nadie es un secreto que el consumo de alcohol, nicotina y drogas ilegales han aumentado en los jóvenes, generando conflictos familiares, de parejas, abandono de proyecto de vida, vagancia y de ambulación sin propósito. Todos estos indicadores del tráfico, consumo y mercado ilícito de drogas, aumentan los riesgos, consecuencias y el impacto para ser víctimas y victimarios en edades tempranas.
Pero, otros indicadores psicosociales y de salud mental lo constituyen el matrimonio infantil y el embarazo precoz en adolescentes y jóvenes por debajo de 20 años. Su impacto psicoemocional y social: mantienen la pobreza, la marginalidad, el desempleo, la falta de habilidades y destrezas sociales para responder a la iniquidad social. Estos indicadores unidos al desempleo y a la falta de empleo de calidad entre los jóvenes, también representan problemas psicosociales y ejercen una presión social para poder subsistir al desarrollo sostenible.
Los jóvenes entre 18 a 25 años que viven del trabajo informal, y que asumen familia o viven en condiciones de desigualdades, corren mayor riesgo del mercado ilícito, del microtráfico, la prostitución, la delincuencia, el bandolerismo y el pandillismo y deambulación sin propósito. Otros de los indicadores que está estrechamente ligado a la pobreza, la marginalidad y el embarazo, es la deserción escolar y universitaria, que estimula a la ausencia de proyecto de vida, o de vida sin propósito, en desesperanza y en desmoralización con desesperanza.
Si todas estas problemáticas se juntan a la crisis de identidad generalizada, el bajo nivel cognitivo, a la pobre inteligencia emocional y social de los jóvenes en condiciones de vulnerabilidad, entonces, es de esperar que en esa población los trastornos mentales se tripliquen.
Ante tantas dificultades les corresponde a los jóvenes aprender a detectar sus riesgos y vulnerabilidades, aumentar sus factores protectores, su resiliencia social y su fortaleza emocional para proteger su salud mental.
Las escuelas, las iglesias, los espacios deportivos y culturales; junto a las universidades, centros tecnológicos, familias y centros comunitarios, deben implementar programas de salud mental. Además, el estado debe invertir en servicios de calidad y servicios de acceso fácil comunitarios, en el nivel de atención primaria, para que los jóvenes reciban diagnóstico a tiempo, tratamiento temprano, para prevenir el suicidio y los problemas psicoemocionales que afectan y comprometen la salud y el desarrollo de los jóvenes.
Estos temas se deben hablar, conocerlos y sensibilizarlos, para que los jóvenes conozcan donde están sus riesgos, a que se enfrentan en la vida, tanto en el presente como en el futuro.