Cuanto España parecía haber perdido el interés en la isla de Santo Domingo, motivados por el colapso del oro, a mediados del siglo XVI, se orquestaban pequeños grupos de esclavos, quienes arriesgaron sus vidas en busca de libertad, decisión que terminó cambiando el curso de la historia para siempre.
En este episodio número 20 de Un Viaje a la Historia, de la Fundación Corripio, queda evidenciado el valor de los indios y negros esclavos, sometidos por los españoles al trabajo forzado y denigrante, que les mantuvo en cautiverio por décadas.
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Una profunda crisis social y económica se desató en la isla Española en el ocaso del siglo XVI, lo que motivó a que vecinos y colonos decidieran partir hacia otras tierras, en busca de mejores condiciones económicas, debido a que su plan no resultó como lo planeaban.
Contrario a lo que estimaban, el oro no era tan abundante, lo que hizo caer a estas colonias prácticamente en la miseria, con pérdidas económicas significativas, mientras buscaban otras fuentes de ingreso sustentable, basado mayormente en el trabajo duro, con mano de obra esclava.
Los negros cautivos fueron quienes más sufrieron la crisis, porque los trabajos eran cada vez más fuertes e insoportables, denigrándolos como persona.
Esta situación motivó a que los indios y unos 3,000 esclavos negros se revelaran, convirtiéndose en “Cimarrones”, aunque con influencias incluso cristianas, que implantaron en sus nuevas colonias alzadas.
El fenómeno social llamado “cimarronaje” se manifestó por primera vez en la Española entre la población indígena, pero fueron los negros africanos quienes perfeccionaron la práctica y la mantuvieron activa hasta bien avanzado el siglo XVIII.
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En América, a todo indio o negro esclavo que se alzaba en las montañas para huir de sus colonos junto a su explotación física y económica, se le conocía como cimarrón.
Estos formaban pequeñas sociedades libertas pero escondidas, llamadas “manieles” o “palenques”, donde formaban sus familias y se protegían de las autoridades españolas, aferrándose a un eficaz sistema de vigilancia, que les permitió vivir bajo estas condiciones por un corto período de tiempo.
En total, unos 12 manieles se expandieron por la parte oriental de la isla, en su mayoría asentados en la Sierra de Bahoruco, donde coexistían unos 400 libertos para finales del siglo XVI.
Uno de los manieles más reconocidos fue de Neiba, donde unos 600 esclavos libres convivían, alrededor del 1650, siendo catalogado como excepcional por antropólogos e historiadores de la época.
Esta sociedad se dividió en cuatro zonas, gobernadas por negros ladinos, quienes tenían sus propias normas y reglas no escritas. Sembraban sus propios alimentos y en algunos casos, predicaban el cristianismo, una influencia importada por los españoles, que por años controlaron sus vidas.
Desarrollaron habilidades de caza, además de cosechar frutas, lo que balanceaba su dieta, permitiéndoles vivir en completa armonía y libertad, aun cuando eran constantemente perseguidos.
Historiadores afirman que pese a la persecución, estas civilizaciones del maniel de Neiba se mantuvieron por unos 20 años, antes de ser dispersas por sus captores, aunque volvieron a reagruparse poco tiempo después. Incluso, las autoridades españolas nunca tuvieron noticias de alguno de estos alzamientos.
Después de la primera rebelión de negros, en diciembre de 1521, por ejemplo, el capitán Antonio de Ovalle, al frente de una cuadrilla de soldados, logró incursionar en los manieles del Bahoruco, antiguo escenario del cacique indígena Enriquillo, obligando a sus miembros a deponer su actitud de aislamiento y rebeldía.
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Poco tiempo después, en el valle de Guaba, durante las devastaciones de Osorio, se originó otra insurrección de negros y mulatos, porque no estaban dispuestos a acatar la orden real, obligándolos a abandonar las poblaciones en donde habían nacido y criado a sus familias.
Este levantamiento, sin embargo, fue pronto abatido por las tropas del gobernador Osorio. Pese a la conquista, esta fue una victoria parcial, ya que el accionar acarreó más problemas que beneficios para España, así como el avivamiento de la pobreza de los dominicanos.
A mediados del siglo XVIII, en la parte oriental de la isla la esclavitud era prácticamente nula, motivado por el desplome de la producción de los colonos, imposibilitando a los dominicanos suplir la materia prima requerida a la sazón.
Esto motivó a que por muchos años, Santo Domingo español fuera subsidiado desde México, con asistencias económicas conocidas como “Situado”.
La situación permitió que Francia desarrollara una rica y exitosa colonia en la parte occidental de la isla, basado en el trabajo forzado y explotación de cerca de medio millón de esclavos, importados de la costa sur de África.
Las inhumanas condiciones del sistema esclavista de Saint Domingue, dieron lugar a que muchos esclavos desertaran de las plantaciones. Enterados de que el modo de producción y el sistema de vida prevalecientes en el Santo Domingo español eran mucho más benigno, muchos esclavos buscaban refugio en la parte este de la isla, solicitando asilo, mismo que los convertía en esclavos libertos.
Es así como las autoridades españolas ubicaron fugitivos de la parte francesa, para asentarlos en la margen oriental del río Ozama, conformando uno de las zonas más emblemáticas del actual Santo Domingo Este, la barriada San Lorenzo de Los Mina, cuyo génesis data de finales del siglo XVIII.
En la primera mitad del siglo XIX sobrevino la época de abolición de la esclavitud en el Santo Domingo español, como resultado de dos invasiones extranjeras: la primera invasión data de 1801 y fue llevada a cabo por Toussaint Louverture; mientras que la segunda tuvo lugar en 1822, cuando Jean Pierre Boyer sometió el Santo Domingo español al dominio haitiano.
Entre 1803 y 1809, durante la llamada Era de Francia en Santo Domingo, los franceses restablecieron la esclavitud. Pero al cabo de poco tiempo, un grupo de dominicanos se rebeló contra el dominio francés logrando reconquistar la parte española.
Sin embargo, en lugar de declararse independientes, en sintonía con los movimientos secesionistas de América del sur, los líderes del movimiento prefirieron reincorporarse a España. Este periodo trajo consigo el incremento de la miseria y hundimiento de la economía, debido a España libraba sus propios problemas, ocupada desde 1808 por las tropas de Napoleón Bonaparte.
En el año 1821 se proclamó la primera independencia dominicana, que solo duraría dos meses, aunque sentaría las bases para que un grupo de dominicanos, cansados de la dominación haitiana del momento, decidiera alzarse para conseguir la libertad de su pueblo.
De este modo, germinó la semilla plantada desde hacía años, dando paso a la gesta independentista de 1844 con la creación del Estado nación denominado República Dominicana.
A partir de entonces la esclavitud fue abolida para siempre, y de acuerdo con la primera constitución dominicana: “Los dominicanos nacen y permanecen libres e iguales en derecho”.