Siguiendo una larga tradición que se remonta a los primeros meses de la dictadura, cuando dirigentes opositores como Ángel Morales, Luis F. Mejía, Pedro A. Ricart, Federico Velásquez, entre otros, se vieron obligados a tomar el camino del exilio, no pocos dirigentes catorcistas tuvieron que continuar en tierras extranjeras sus esfuerzos y labores para derrocar al tirano. En un artículo titulado Las mujeres en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, publicado en la revista Clío de la Academia Dominicana de la Historia, Sina Cabral describe su llegada el 27 de agosto de 1960 a la ciudad de Buenos Aires, donde los asilados de la embajada argentina fueron “recibidos por los compañeros que allí se encontraban y algunos periodistas”. Nos cuenta esta heroína dominicana que al grupo lo “alojaron en un refugio de indigentes en el barrio de Burzaco. Luego, las mujeres fuimos llevadas a un hogar de niños ciegos”.
En su testimonio, Sina revela el sufrimiento que les provocó el exilio, pues, según sus propias palabras, “llevábamos en el alma la tristeza de la separación de nuestros familiares y nuestra Patria, nos sentimos más tristes todavía, con los ojos sin luz de todos esos niños tan dulces, condenados a una vida sin imágenes ni colores”. El historiador Roberto Cassá señala que “en Argentina quedó el contingente más numeroso de exiliados del 14 de Junio, casi cincuenta, quienes decidieron reconstituirse”. Con la mediación y apoyo del intelectual Silvio Frondizi, una parte del colectivo se dedicó al estudio de la realidad latinoamericana y a la formación ideológica. Luego del intento de magnicidio al presidente Rómulo Betancourt por parte de Trujillo, el exilio veía a Venezuela como el espacio idóneo para fraguar las conspiraciones.
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Hacia Caracas se dirigieron entonces los militantes que se encontraban en Argentina y Brasil. No obstante, no todos pudieron llegar. Rafael “Pipe” Faxas, quien fungía como máximo responsable del grupo en Argentina, no pudo aterrizar en la patria de Simón Bolívar porque el Gobierno socialdemócrata del Partido Acción Democrática le negó la entrada en razón, presume Cassá, de “sus posturas radicales”. Allí se celebraron varias reuniones con los viejos exiliados, entre los que se destacaban Juan Bosch y Ángel Miolán, del Partido Revolucionario Dominicano; Horacio Julio Ornes, de Vanguardia Revolucionaria Dominicana, y Luis Aquiles Mejía, que representaba al sector anticomunista del Movimiento de Liberación Dominicana.
En las reuniones se formularon diferentes propuestas en las que los viejos y nuevos exiliados fueron manifestando sus diferentes posiciones, especialmente en el plano ideológico y político, a pesar del esfuerzo unitario que se requería para combatir la dictadura. Así pues, se ventiló la posibilidad de emprender otra expedición que permitiera a los pocos días la creación de una fuerza multinacional, con el apoyo de tropas procedentes de “países latinoamericanos, como Venezuela y Colombia, junto a estadounidenses”. De igual forma, nos explica Cassá, “los viejos exiliados le ofrecieron a los nuevos la dirección militar del contingente expedicionario, a cambio de ellos mantener la dirección política”. Todas estas cuestiones se dirimían con el rechazo de los catorcistas, los cuales “mantuvieron las conversaciones con los norteamericanos, los venezolanos y los viejos exiliados debido a la premura por insertarse en una acción”.
A pesar de las diferencias, los miembros del 1J4 aceptaron entrenarse en la finca de Luis Aquiles Mejía, denominada Choroní, cerca de Caracas, con el apoyo del Gobierno venezolano, que dispuso de una dotación militar para proteger el lugar. El entrenamiento era controlado por Alfonso Moreno Martínez y dirigido por el dominicano Freddy Fernández, quien había participado “en la Segunda Guerra Mundial y en la mini expedición que llevó a (José) Figueres al poder en 1948”. En el campo de entrenamiento comenzó el deterioro en las relaciones entre los catorcistas y la corriente socialcristiana. En el primer grupo, identificados con una posición de izquierda, estaban Juan Miguel Román, Luis Gómez, José Frank Tapia, Baby Mejía, Rafael Valera Benítez y los hermanos Marcos y Polo Rodríguez, entre otros. En los segundos, actuaban en Caracas el propio Moreno Martínez y Mario Read Vittini, mientras que en Buenos Aires estaba Caonabo Javier Castillo y en la ciudad de Nueva York, Yuyo D’ Alessandro.
Apunta Cassá que el entrenamiento se llevó a cabo “hacia noviembre de 1960”, cuyo mes arrancó con la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del senador por Massachussets, John F. Kennedy, de 43 años, tras vencer en una cerrada votación al candidato republicano y en ese momento vicepresidente, Richard Nixon. A los pocos días, según relata Sina Cabral durante su exilio en Argentina, salió Manuel Del Cabral con el periódico en las manos, y le comentó: “Sina, organizaciones dominicanas en el exterior dicen que no fue un accidente que cobró las vidas de las hermanas Mirabal, sino que fue un asesinato”. A lo que ella le respondió preguntándole “¿Tú sabes de quiénes me estás hablando?, de mis hermanas”. Un profundo sentimiento de tristeza la sobrecogió en el alma, ya que “se había consumado inmisericordemente” lo que ella tanto temía para sus compañeras de presidio, las cuales cayeron asesinadas “sacrificando junto a ellas al valiente Rufino de la Cruz, quien muy bien sabía a lo que se exponía transportándolas”, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie.
Dr. Amaurys Pérez, Sociólogo e historiador UASD/PUCMM