Los galimatías y las constituciones

Los galimatías y las constituciones

Creemos que de verdad no se sabe, si los galimatías nacieron por culpa del gallo de Matías o talvez por algunos desaciertos de Matías el del gallo. (Y ya hasta aquí así, breve que te quise breve).

En cuanto a la Constitución, “el doctor de antes”, dijo: “La Constitución es un pedazo de papel”. Ya Bolívar había manifestado: “No hay buena voluntad en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones son libros”.

Y aquí cualquiera pensaría que el doctor de ahora quisiera que la Constitución imperante fuera la de él. Una Constitución de su exclusividad. Pedro Santana cuando se adueñó del poder por tercera vez, deshechó la avanzada Constitución de Moca. Y para sus selváticos caprichos reclamó la que lo acomodada a él, la del trágico artículo 210, la de Sancristóbal.

“Horacio carajo, o que entre el mar”. Esta frase obnubiló a Horacio Vásquez y en el 1928 concluía su mandato presidencial. Entonces como la Constitución de 1924 el 1928 concluía su mandato presidencial. Entonces como la Constitución de 1924 por la que había sido elegido le prohibía la reelección, se inventó que su “escogencia” se había realizado bajo el mandato de la Constitución de 1908, la que establecía un período presidencial de seis años. Siendo ahí “donde la marrana retorció el Chiu-Mi-Cuí”. Y la “obnubilación” de don Horacio, lo llevó hasta que pretendiera su reelección en el trágico año de 1930. Lo que dio pábulos y alientos al malhadado y terrífico “Cínico Movimiento”, que con la máscara del civismo, tuvo por cuna aparente la noble ciudad de los treinta caballeros. En verdad, movimiento esclavizador que se acunó e irrumpió de “La Bastilla Dominicana”, La Fortaleza Ozama, con todas las características de un terrible “Tsunami” marca “RLTM”. Tsunami que impuso sus marejadas iracundas y letales por treinta largos años de horrores y vandalismo.

Ahora cabe contemplar brevemente la lucha de algunas naciones por la sacra supremacía de la Constitución. Por ejemplo, en la solución norteamericana del viejo problema de “facturar” el gobierno, a la vez, respondientes y responsable (es decir, de otorgarle el poder de servir, pero de negarle el poder de dominar, siendo el rasgo definitivo el papel primordial asignado o conferido a la Constitución. Desde que ella entró en vigencia. En tanto que la iglesia dio el poder al Parlamento, la Revolución Norteamericana dio como resultado la Supremacía de la Constitución. Y desde que ella entró en vigencia ha sido dueña absoluta de la singular posición que real y efectivamente su contenido quería que tuviera.

El exordio de esa carta dice con meridiana claridad, que: “Nosotros, el pueblo, ordenamos y establecemos esta Constitución”. Con lo cual claramente se afirma que el Gobierno está fundado en la voluntad popular. En tanto que es el pueblo el que crea la Constitución, es la Constitución la que crea las Instituciones mediante las cuales se lleva a cabo o se desarrolla el Gobierno. A ojos vista, tal parecería que aquí en este pedazo de una “Isla al Revés” cada mandatario gustaría de tener la “Carta Sustantiva que a él le cuadre mejor.

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