Como no sucedió lo que algunos querían que sucediera, como lo evidencia la intervención de los “infiltrados” a los que La Antigua Orden Dominicana acusa de tratar de desnaturalizar su marcha pacífica, podemos creer que solo se trató de una bellaquería para llamar la atención que no pasó a mayores casi por un milagro. La realidad, sin embargo, es que la próxima vez podríamos no tener tanta suerte, como ayer advirtió al senador de La Altagracia Rafael Barón Duluc, quien sostiene que una escalada de violencia durante la marcha del pasado domingo habría provocado titulares negativos en la prensa extranjera y puesto en riesgo la pujanza de nuestra industria turística.

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Y eso lo sabe el presidente Luis Abinader, enérgico y claro en su mensaje de que el gobierno no tolerará desórdenes que alteren la paz social utilizando como taparete las protestas. Que como se acaba de demostrar no son tan patrióticamente inocentes como las pintan sus organizadores, por lo que imagino que los organismos de seguridad del Estado están tratando de establecer la identidad de los infiltrados que quisieron dañarle la fiesta a los miembros de La Antigua Orden Dominicana. Aunque no se trata de un tarea fácil, ya que ese tipo de protestas se prestan con demasiada facilidad a la infiltración de personas con otro tipo de agenda, muy distinta a la de los convocantes, que deberían ser los mas interesados en evitar que otros intereses corrompan y perviertan la causa por la que luchan.

Cuando nuestros políticos de oposición critican, sin conocimiento de causa o mala fe, el comportamiento de la Policía que reaccionó a las provocaciones de los infiltrados, algunos de los cuales andaban encapuchados según la denuncia del senador de La Altagracia, están haciendo causa común con quienes quisieron utilizar la marcha en Friusa para provocar un gran desorden, con muertos incluidos, que no solo le haría daño al gobierno del PRM y el presidente Abinader sino también al país y su industria mas importante: el turismo.